La figura femenina es una constante en la historia, y así puede confirmarse en la de nuestro país, pues la independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer.
Durante las luchas del movimiento emancipador, se rompieron los estrictos cánones de la organización de género de la época colonial para abrazar la causa de la libertad, en un lapso extraordinario en el que se llegó a dibujar la igualdad entre los géneros.
Fue, sin duda, un grupo de mujeres notable y heterogéneo, el que jugó un rol trascendental, con arrojo y valentía y sobre todo, convicción libertaria. Provenían de todos los sectores sociales las féminas que, con diferentes niveles de compromiso, estuvieron presentes desde el inicio del movimiento independentista.
Y a pesar de que parte de la historiografía tradicional minimiza la figura femenina en la escritura de los hechos, pretendiendo mostrarlas como simples acompañantes, hasta la actualidad llegan las extraordinarias historias de heroínas independistas.
Juana Ramírez, Josefa Camejo, Luisa Cáceres de Arismendi, Ana María Campos, entre muchas otras, dejaron un legado de fortaleza, convicción libertaria y espíritu de lucha que hoy no solo se reconoce sino, además, evidencia en la voluntad con que la mujer venezolana enfrenta los retos actuales.
Muchos roles, distintos escenarios
Fueron muchos y distintos los roles que debieron asumir, pues la independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer. Las circunstancias de la guerra las llevaron a dejar la protección e incluso los lujos de sus hogares, para asumir la lucha por la Patria desde diversos escenarios.
Asumieron diversas tareas y responsabilidades, inimaginables quizás hasta ese momento. Mujeres de todos los estratos sociales de Venezuela participaron de distintas formas en la retaguardia y vanguardia de la gesta, en los espacios privado y públicos, como pilares de las familias o participando junto a los hombres en las acciones bélicas.
Participaron financiando las fuerzas contendientes a través de la venta de sus joyas, asumiendo las riendas de los negocios familiares y enrolándose en los ejércitos para luchar, asumir labores de cuidado, trabajar en la cocina o atender heridos. No faltó quien se comprometiera como informante en acciones de espionaje, o como organizadoras conspirativas.
Con fuerza de mujer
“Las mujeres tomaron parte activa en este movimiento emancipador, no solamente prestaron sus hogares para que en ellos se celebrasen las primeras reuniones patriotas, sino que colaboraron en la lucha callejera, distribuyendo la propaganda y dejando oír su voz en las secretas reuniones…” explica Carmen Clemente Travieso.
Sus palabras, fruto de un análisis histórico, dejan ver la admiración por sus compañeras de género. Evidencia con ellas, que la independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer.
A pesar de que para la época no existía propiamente una conciencia de género, Travieso indica que “participando las mujeres en el movimiento revolucionario, aceptaban sus postulados que aplicaban el concepto de igualdad a los derechos políticos de la mujer. Y los hombres, al dejarlas tomar parte en él, de hecho les reconocían estos derechos”.
Por otra parte, Alba Carosio, directora de la Revista Venezolana de Estudios de la Mujer y docente universitaria afirma que “las mujeres condujeron y participaron en acciones de guerra, discutieron estrategias y asumieron consecuencias como la tortura y la muerte”.
Pero aclara que a pesar de que las féminas gozaron de mayor libertad y adquirieron protagonismo en los tiempos de la gesta independentista, al terminar retomaron la posición que tenían porque “temerosos de su avance en la vida pública, los hombres las devolvieron a las casas y se volvió a imponer la tradición de la mujer callada y sumisa al varón, encerrada en lo doméstico y alejada de los ámbitos del poder”.
Después del proceso libertario, las estructuras sociales coloniales permanecieron intactas. Una vez terminadas las batallas, así como en el caso de pardos, esclavos e indígenas, las mujeres retomaron los oficios “propios de su género”, manteniendo la visión conservadora de aquella época.
Mucho más que troperas
Aunque las mujeres en ese momento no tenían plena conciencia de género, durante la lucha por la independencia retaron con sus acciones el estatus patriarcal.
Tal es el caso de Consuelo Fernández, por ejemplo, fusilada a sus 17 años por defender la causa libertaria. Su desafío público al coronel realista que ocupaba La Victoria la enfrentó a la muerte. Desdeñado, el coronel la condenó a morir al interceptarle una carta enviada a su hermano, donde le anunciaba la pronta ocupación de aquella ciudad por José Tomas Boves para que advirtiera al general José Félix Rivas.
Con fuerza de mujer, esclavas e indígenas dieron otro ejemplo de valor, al aprovechar el desorden de la contienda para conquistar su libertad. Muchas acompañaron a las tropas asumiendo junto a las mujeres pardas, labores de cuidado y apoyo. Fueron miles las que marcharon de batalla en batalla, de campaña en campaña, junto a esposos, hermanos, padres e hijos. Constituían los contingentes femeninos, denominados despectivamente troperas,
Varias combatieron disfrazadas de hombres, formando parte de los grupos de avanzadoras que enfrentaron, fusil y machete en mano, a las fuerzas realistas.
La más emblemática fue Juana Ramírez. Hija de una esclava, se sumó al movimiento independentista en 1813, formando parte de la «Batería de las mujeres» organizada por Manuel Piar para apertrechar los cañones, curar los heridos y suplir de provisiones a la tropa.
En la Batalla de los altos godos, Juana toma la espada de un oficial muerto y avanza delante de todos en medio de una lluvia de balas, desde entonces fue llamada Juana Ramírez «la avanzadora».
Expresiones de libertad
Pero además de sus acciones, las expresiones de aguerridas féminas quedarían también asentadas en la historia, para confirmar que la independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer. Entre ellas la inolvidable frase de Josefa Joaquina Sánchez quien, para proteger a su esposo, José María España, llegó a comprometer su honradez con sus palabras: “¿Es que acaso en La Guaira solo José María España preña?” Con esta expresión, la valiente mujer conocida como «La bordadora de la primera bandera de Venezuela», dejaba de lado su honra para tratar de disipar las sospechas de los realistas de que el patriota estaba en el país.
Otra expresión que quedaría para siempre en el registro de la historia es la pronunciada por la valerosa zuliana Ana María Campos, en medio de su lucha contra el último gobernador español Francisco Tomas Morales: » ¡Si Morales no capitula, monda!». Por estas palabras fue detenida, montada sobre un asno y azotada públicamente.
La Independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer también mediante gestos, en apariencia sencillos, pero muy significativos, como el uso público de una cinta azul, símbolo que adoptaron los patriotas como divisa política y que las féminas llevaban discretamente en el cabello.
Por su osadía al asomarse a una ventana con una cinta azul, Leonor de la Guerra fue víctima de atropellos por parte del coronel Juan Aldama, jefe y gobernador interino de la provincia de Cumaná. Al negarse a renunciar a sus convicciones políticas, se le enjuició y se le sentenció a salir por las calles montada en un burro enjalmado y recibir públicamente 200 azotes por “insurgente”. Antes de cada azote, la valiente mujer gritaba: “¡Viva la Patria, mueran los tiranos!”, lo que era respondido con repetidos latigazos hasta que fue conducida a su hogar exhausta, para morir poco después.
La primera en el Panteón Nacional
Luisa Cáceres de Arismendi, caraqueña, nacida el 12 de septiembre de 1799, se destacó por su arrojo y fortaleza ante la adversidad. Esta heroína de la independencia fue la primera mujer cuyos restos reposan en el Panteón Nacional desde 1876. Con gran valor, resistió torturas y vejámenes cuando en 1815 fue tomada como rehén, a pesar de estar embarazada, como medida de presión para capturar a su esposo, el patriota Juan Bautista Arismendi. Resistió un año prisionera en el Castillo de Santa Rosa en La Asunción, estado Nueva Esparta, durante el cual perdió a la niña que esperaba. Un ejemplo destacado de la independencia venezolana se forjó con fuerza de mujer.
En 1817 es enviada a Cádiz y aun allí, se negó a firmar un documento donde debía manifestar su lealtad al rey de España y renegar de la filiación patriota de su marido, a lo cual respondió que el deber de su esposo era servir a la patria y luchar por libertarla.
«Magnánima Mujer»
Concepción Mariño provenía de una familia adinerada, contraria a las tiranías y autocracias. Partidaria de las ideas liberales, convirtió su hacienda de Chacachacare en el sitio de reunión de los republicanos. Esta mujer jugó un papel fundamental para las fuerzas patrióticas, al encargarse del contrabando de armas que serían utilizadas por las tropas de Simón Bolívar, desde Trinidad hasta Tierra Firme.
El 2 de enero de 1813, tomó un papel decisivo en la Campaña para libertar el Oriente Venezolano. Ese mismo día comenzó la Campaña de Oriente, con la firma en su hacienda del Acta Chacachacare, donde se menciona a Concepción como «Magnánima Mujer».
Su solidaridad con la independencia venezolana continuó, luego de formarse la Tercera República.
El bello sexo
Mención especial merece la aguerrida Josefa Camejo, defensora tenaz de Coro. Responsable del documento de 1811 titulado «Representación que hace el Bello Sexo al Gobierno de Barinas»; en el cual las firmantes, enteradas de la invasión que intentaban los guayaneses por San Fernando, se ponían a la orden para la defensa de Barinas, “sin ningún temor a los horrores de la guerra”.
No descansó en su empeño por ver libre a Coro. Con fuerza de mujer continuó su lucha, incluso tras la derrota de la rebelión de 1821, al frente de 300 esclavos de su hato en Paraguaná. Más tarde con solo 15 hombres lograría vencer al jefe realista Chepito González. Finalmente, vio culminado su anhelo libertario en Pueblo Nuevo, donde leyó el manifiesto que declaraba libre a la Provincia de Coro, y en el que se juraba fidelidad a la República.
«La Mártir de la Libertad»
Aunque era hija de un realista, Cecilia Mujica fue una de las más audaces promotoras de las ideas emancipadoras. Después de que muere su padre en el terremoto de 1812, se dedica a distribuir en la ciudad de San Felipe encendidos boletines clandestinos.
El gobernador de San Felipe, el teniente realista José Millet, hace levantar un cadalso como contrapeso al Decreto de Guerra a Muerte dictado por Bolívar en 1813.
Ese mismo año es sentenciada de antemano a morir fusilada, conocida por ello como «La Mártir de la Libertad».
Valor incólume
La entereza de las damas de la independencia venezolana quedó demostrada en infinidad de oportunidades. Tal es el caso de Teresa Heredia, quien fue procesada a los 19 años por ser vista como rebelde conspiradora. Supo sobreponerse al escarnio público al que fue expuesta por el Gobernador Luis Dato, quien la hizo caminar, al redoble de tambores, en Barvula, desnuda, bañada en miel y cubierta con plumas. Además, sufrió prisión en los calabozos de La Guaira hasta que finalmente expatriada.
También con fuerza de mujer enfrentó los azotes en la plaza de San Juan (hoy Plaza Capuchinos) la valiente Luisa de Pacanins. Cuentan que no derramó ni una lágrima mientras era azotada hasta perder el conocimiento. Esta mujer de delicada belleza, fue perseguida por crear organizaciones clandestinas a favor de la emancipación, bajo el pretexto de fiestas, reuniones musicales, tertulias literarias y conversaciones intelectuales que incluso, contaron con la presencia de Simón Bolívar y Tomas Montilla.
Son historias que dan cuenta de la valentía, sacrificio, desprendimiento, generosidad, constancia y compromiso de la mujer venezolana y su contribución a la conquista de la libertad. Historias que confirman que en Venezuela la independencia se forjó con fuerza de mujer.
Con información de Ministerio de la Mujer y Venezuela Tuya
Delgado, Luis. “La lucha histórica de las mujeres venezolanas por su reivindicación política
y social”. Universidad de Carabobo, 2015.
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