Las alarmas se encendieron luego de que estudios evidenciaran que las emisiones de CFC-11 (triclorofluorometano), sustancia química altamente nociva para la capa de ozono, aumentaron cerca de 7.000 toneladas, entre 2014 y 2017, incremento significativo que reactiva la amenaza de uno de los gases invernadero más perniciosos para la capa de ozono, que se creía superada la década pasada.
De acuerdo con los hallazgos obtenidos por miembros del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal, publicados en la revista Nature, a partir del año 2013 las concentraciones en la atmósfera de clorofluorocarbono 11 (CFC-11), prohibido mundialmente desde el año 2010 por su amenaza a la capa de ozono, se incrementaron drásticamente y se han mantenido elevadas. Desde ese año, la reducción anual de la producción de este componente químico ha sido solo la mitad de lo que fue en la década anterior (2002-2012).
Vista de la capa de ozono. Los colores púrpura y azul indican que hay menos, mientras que los amarillos y rojos donde hay más. Fografía: Observatorio de la NASA.
Todo ello a pesar de que, en el marco de Protocolo de Montreal, un total de 140 países acordaron de forma unánime, en julio de 2018, la eliminación definitiva de estos gases que ponen en peligro el planeta.
Mientras que durante la reunión de 41ª Reunión del Grupo de Trabajo de Composición Abierta del Protocolo de Montreal, efectuada en Bangkok el pasado mes de julio como antesala de la Reunión de las Partes prevista para en noviembre en Roma, la principal discusión giró en torno a la implementación de la última Enmienda al Protocolo adoptada en Kigali en 2016, para reemplazar los gases HFCs por sustancias y tecnologías más eficientes.
También acordaron los términos de referencia para la evaluación cuadrienal 2022, a cargo de los paneles científicos y expertos del Protocolo, estudios de tecnologías eficientes de energía en la refrigeración y sector de aire acondicionado.
Gran impacto
Durante un tiempo, los clorofluorocarbonos, entre ellos el CFC-11, se consideraron un gran logro de la química moderna y fueron ampliamente utilizados en la fabricación de aerosoles, espumas aislantes y materiales de embalaje, además de solventes y refrigerantes. Sin embargo su uso fue restringido, luego de que científicos comprobaron que al descomponerse en la atmósfera, estas sustancias liberan átomos de cloro que destruyen la capa de ozono, encargada de proteger a los seres vivos de los rayos ultravioleta.
Esto implica un gran impacto en el medioambiente y, por ende, en el cambio climático pues, en palabras del profesor de química atmosférica de la Universidad de Bristol en Inglaterra, Matt Rigby, una tonelada de CFC-11, equivale a cerca de 5.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2).
Aumento inesperado
Vista de la capa de ozono sobre la Antártida en el 2000. Fotografía: Observatorio de la Nasa.
La investigación de un equipo internacional de científicos de Reino Unido, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos, Australia y Suiza, publicada recientemente en Nature, demostró que al menos entre el 40% y el 60% del aumento de emisiones del CFC-11 en los últimos años, proviene de la zona este de la China continental, donde aún sigue siendo utilizado de manera ilegal en fábricas para la elaboración de material aislante térmico destinado a la construcción de casas.
Los científicos siguen trabajando para la verificación y justificación de dichos descubrimientos, a fin de garantizar una respuesta efectiva y la toma de medidas necesarias para suprimir definitivamente su uso.
Acciones a tomar
Durante la 30ª Reunión anual de las Partes del Protocolo de Montreal, en julio de 2018, las delegaciones expresaron su gran preocupación por el considerable volumen de emisiones inesperadas de triclorofluorometano y plantearon al Grupo de Evaluación Científica de este tratado internacional, tomar acciones inmediatas.
Entre las medidas se trabaja en un informe sobre el aumento inesperado de la producción de CFC-11 mundial, con información adicional sobre el seguimiento atmosférico y los modelos esperados respecto a dichas emisiones.
Además es necesario identificar cuáles son las fuentes exactas de CFC-11 y otras sustancias controladas a partir de su producción y uso potencial, así como de depósitos preexistentes, que pueden haber provocado las emisiones de triclorofluorometano en cantidades inesperadas.
En la reunión las partes reiteraron su compromiso con la adopción de medidas para garantizar la eliminación del CFC-11 de conformidad con las obligaciones contraídas con el Protocolo de Montreal, así como informar sobre cualquier posible desviación del cumplimiento que puedan contribuir al aumento de la producción de esta sustancia tóxica.
Un crimen ambiental
Como un crimen ambiental calificó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a la producción de triclorofluorometano, crimen que debe ser abordado de forma inmediata para resarcir su impacto.
Por ello, la institución manifestó que contribuirá a establecer una imagen clara de las cantidades de emisiones de CFC-11, así como de las ubicaciones precisas de las violaciones y la posibilidad de otras explicaciones científicas, “para garantizar que cualquier actividad ilegal detectada hasta ahora sea investigada e inmediatamente interrumpida”.
«Es en estos momentos que los mecanismos de la comunidad internacional son más valiosos que nunca. (…) No podemos relajar nuestra vigilancia por un segundo. No podemos dejar esto sin resolver. Cualquier consumo y producción ilegal de CFC-11 exige una acción decisiva», añadió la secretaria ejecutiva de la Secretaría del Ozono de ONU Medio Ambiente, Tina Birmpili.
La próxima reunión anual de los estados parte del Protocolo de Montreal pautada para noviembre en Roma será crucial para determinar el futuro de la capa de ozono y del planeta.
Con información de ONU Medio Ambiente, ONU Cambio Climático y Secretaria de Ozono-ONU Medio Ambiente
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