Aumentar sustancialmente y de forma estricta la protección de los océanos, restauraría más del 80% de la biodiversidad y hábitats marinos, incrementaría el rendimiento de la pesca y aseguraría las reservas de carbono marino, en riesgo por las actividades humanas.
A esta conclusión llegaron los autores del estudio “Protección del océano global para la biodiversidad, los alimentos y el clima”, publicado a mediados de marzo en la revista Nature.
El equipo internacional de investigación, conformado por 26 científicos incluidos especialistas en clima y economistas, analizó las áreas oceánicas desprotegidas, a fin de determinar el grado de amenazas como consecuencia de actividades humanas como la sobrepesca, por ejemplo.
En la actualidad, solo el 7 por ciento de los océanos están protegidos y 2,7 por ciento de esas áreas, tienen máxima protección.
La vida disminuye en los océanos
La naturaleza es un gran sistema y todas las formas de vida están interconectadas. Esto garantiza el equilibrio del ecosistema global y la supervivencia en la Tierra. Por lo que cualquier daño que sufra un ecosistema y la diversidad biológica que alberga, afecta todo.
En este sentido, el planteamiento central del estudio respecto a un cambio en la manera que se gestionan los océanos cobra relevancia. El establecimiento de medidas estrictas de protección, particularmente en áreas estratégicas, es una solución global para mitigar los efectos del cambio climático, y resguardar la seguridad alimentaria y la biodiversidad.
“La vida en los océanos ha ido disminuyendo en todo el mundo debido a la sobrepesca, la destrucción del hábitat y el cambio climático. Sin embargo, solo el 7% del océano está actualmente bajo algún tipo de protección”, afirmó Enric Sala, autor principal del estudio e investigador residente en la National Geographic Society.
Investigación pionera
Los autores del estudio desarrollaron un algoritmo para identificar las áreas oceánicas que una vez protegidas podrían ofrecer los mayores beneficios respecto los tres objetivos complementarios: resguardo de la biodiversidad, incremento de la pesca y mitigación del clima.
Una vez identificadas las zonas, realizaron un mapeo de estas áreas y diseñaron un plan con una diversidad de opciones que los países pueden utilizar para proteger la naturaleza de acuerdo a sus particularidades y prioridades.
La protección de las áreas prioritarias identificadas en el estudio, de acuerdo al mayor grado de amenazas por la acción humana, contribuiría a salvaguardar más del 80% de los hábitats de especies marinas en peligro de extinción. Otras áreas prioritarias se encontraban dentro de las aguas internacionales, como la
“En este estudio, hemos sido pioneros en una nueva forma de identificar los lugares que, si están fuertemente protegidos, impulsarán la producción de alimentos y salvaguardarán la vida marina, al tiempo que reducen las emisiones de carbono”, explica el biólogo Sala.
La pesca de arrastre y la crisis climática
La investigación reveló también un sorprendente hallazgo sobre el impacto climático de la pesca de arrastre de fondo, método muy utilizado en el mundo y que emplea pesadas redes que barren el fondo marino y atrapan todo lo que encuentra a su paso.
Al respecto el estudio indica que la cantidad de CO2 liberado al océano, como consecuencia de esta práctica, es superior a las emisiones anuales de carbono de la mayoría de los países y similar a las de la aviación global.
“El fondo del océano es el depósito de carbono más grande del mundo. Si queremos tener éxito en detener el calentamiento global, debemos dejar intactos los fondos marinos ricos en carbono. Sin embargo, todos los días estamos rastreando el fondo marino, agotando su biodiversidad y movilizando milenios carbono y, por lo tanto, exacerbando el cambio climático”, afirman los investigadores.
Como lo subrayan los autores, proteger solo el 4% del océano de la pesca de arrastre de fondo contribuiría a mitigar el 90% de la alteración de carbono.
Beneficios para la humanidad
Otro importante descubrimiento del estudio es que al proteger estratégicamente y de forma estricta el 28% de los océanos al menos, las poblaciones de peces podrían aumentar 6,5 millones de toneladas, aproximadamente, respecto a la de un modelo que no tiene ninguna protección y continúa el ritmo actual de la pesca.
“Después de que se implementan las protecciones, la diversidad y abundancia de vida marina aumenta con el tiempo, con una recuperación medible que ocurre en tan solo tres años. Las especies objetivo y los grandes depredadores regresan, y ecosistemas completos se restauran dentro de las AMP (Áreas Marinas Protegidas). Con el tiempo, el océano puede curarse a sí mismo y volver a proporcionar servicios a la humanidad”, advierte Reniel Cabral, coautor del estudio.
Las áreas prioritarias identificadas en la investigación están distribuidas por todo el océano, aunque la gran mayoría se localiza dentro de las 200 millas de las Zonas Económicas Exclusivas. Otras, como la Cordillera del Atlántico Medio, la Meseta Mascarena en el océano Índico o la Cordillera de Nazca en la costa oeste de América del Sur, están en aguas internacionales.
Con información de Futuro Verde, Ecoavant, National Geographic en Español y El Ágora .
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