De mirada profunda, enmarcada en un exótico rostro de rasgos indígenas con una profusa y abundante melena negra, cuerpo musculoso y esbelto con piernas y pies fuertes, torneados que le permitían desplazarse cual pantera, así era Sonia Sanoja, bailarina, coreógrafa, maestra y poeta venezolana.
Nacida en Caracas el 2 de abril de 1932, es considerada la pionera de la danza contemporánea en Venezuela por romper con los patrones estéticos de la época e incorporar a su arte la expresión, el sentimiento y la carga cultural obtenida de sus investigaciones sobre el movimiento.
Egresada de la Universidad Central de Venezuela como licenciada en Filosofía, logró conjugar en su danza verbo y cuerpo, trabajando este último desde lo físico, lo intelectual y lo espiritual.
Nacida para la danza
Sonia Sanoja nació para danzar. Desde pequeña fue muy consciente del espacio y su entorno. Su encuentro formal con este arte ocurrió a finales de los años 40, cuando se incorporó a la Cátedra de Ballet que dictaban los bailarines argentinos Hery y Luz Thompson, en el Liceo Andrés Bello.
A pesar de sus orígenes clásicos, su espíritu e inquietudes presentían otros movimientos más puros, densos, expresivos y experimentales. Fue el Teatro de la Danza, junto a Grishka Holguín, el impulsor de la danza moderna en Venezuela, donde encontró su camino.
A inicios de los años 60, viajó a París junto a su esposo, el poeta Alfredo Silva Estrada, invitada por la Asociación Francesa Danse et Culture. Allí desarrolló sus primeras coreografías consideradas emblemáticas: Duración Uno y Cuatro.
De vuelta a su patria, Sanoja ejerció como bailarina, coreógrafa y maestra en la agrupación Danzas Venezuela. Durante ese período vuelvió a reunirse con Holguín, en la dirección conjunta de la Fundación de Danza Contemporánea, donde iniciaron el proceso de renovación de la danza moderna venezolana.
Sonia Sanoja, visionaria y pionera
Considerada la primera bailarina y coreógrafa de la danza moderna venezolana con mayor proyección internacional, Sonia Sanoja fue una visionaria y pionera en el desarrollo de las nuevas corrientes del movimiento, en donde se integra la historia del cuerpo expresivo que danza y la historia que cuenta. Novedosos performances en los que se conjugan las emociones y el cuerpo en movimiento.
Su desarrollo coreográfico y dancístico estuvo enfocado en la técnica estructural, en la que el cuerpo que danza es sentimiento antes que forma y transmite su memoria, identidad e imaginarios.
Las investigaciones antropológicas y filosóficas la llevan a revalorizar la fuerza del cuerpo como una materia sensible y poética, que le permitía dialogar con la naturaleza y aproximarse a una espiritualidad que consideraba vital para un bailarín.
La bailarina del gesto ancestral
La presencia de Sonia Sanoja en los escenarios de la danza contemporánea representaba la inteligencia del cuerpo. Dueña de un vocabulario propio e identificable, era reconocida internacionalmente como la bailarina del gesto ancestral.
Su íntima relación con la poesía y la danza, la llevaron a conjugar la expresividad del alma orgánica e intuitiva de las palabras transferidas al cuerpo del bailarín, para descubrir los significados de la danza, a través de la literatura.
Decía Sanoja: «Creo que la danza contemporánea, más que ofrecernos diversión, respuestas cómodas, nos deja en un umbral, en una encrucijada de múltiples vías. La lectura de una coreografía, como la de un poema, no es una sola. Baile y poema tienen significados múltiples. Es así como percibimos la coreografía».
Una vida de versos al son de la danza
Fue una artista integral. No sólo coreografiaba y danzaba, también dedicó tiempo de su vida a reflexionar acerca de sus visiones sobre el movimiento y los convirtió en literatura. Sonia Sanoja vivió una vida de versos al son de la danza.
Obras como Duraciones visuales (1963), A través de la danza (1971) y Bajo el signo de la danza (1992) reflejan su idea de la unión indivisible entre la poesía, el cuerpo y el movimiento.
Como reflexión planteó: “La danza (…) es el estar-siendo-consciente máximo; y su más alta misión tal vez sea mostrar que el cuerpo humano no es un volumen desalentador que nos separa de lo más constructivo y noble que tiene el espíritu (…) La danza es un estar-aquí total.”
Labor formativa
Durante gran parte de su vida, Sonia Sanoja se dedicó a la labor formativa de nuevas generaciones de bailarines. Lo hizo desde las diferentes agrupaciones que formó y desde otros espacios como el medio universitario.
Durante los años 70 y 80 fundó y dirigió el Centro Coreográfico de la Universidad Simón Bolívar, la Cátedra de Danza del Colegio Universitario Francisco de Miranda y el Taller de Danza del Instituto Politécnico Universitario “Luis Caballero Mejías”.
Por más de 20 años ejerció la docencia en diferentes institutos superiores de la danza y, al crearse la Universidad Nacional Experimental de las Artes, creó e impartió la unidad curricular Filosofía del Arte.
Danzar en otro plano
Un año antes de su muerte, ocurrida el 26 de marzo de 2017, Sanoja formó parte del proyecto coreográfico “Amor Amargo” junto a su eterna amiga Graciela Henríquez, bajo la dirección de Leyson Ponce. De allí partió a danzar en otro plano.
A sus 84 años, aun cuando ya no contaba con la vitalidad que otorga la juventud, mostró en su performance la fuerza ancestral y la sabiduría de la gestualidad de un cuerpo pleno de experiencia.
Su desempeño como bailarina, coreógrafa, poetisa y docente la hizo acreedora de muchos reconocimientos entre los que destacan el Premio Consejo Nacional de la Cultura de Danza Contemporánea (1982), el Premio Nacional de Danza (1988) y la Orden Francisco Fajardo en su Primera Clase (2000), pero el más importante fue el favor y el cariño de su público.
Un creador de su talla nunca muere y la trascendencia de Sonia Sanoja quedará en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de disfrutar de su arte, así como en el quehacer de los coreógrafos y bailarines que fueron parte de su magisterio necesario.
Con información de Fundación Sonia Sanoja – Alfredo Silva Estrada, Esfera Cultural, Alba Ciudad y El Estímulo.
Fotos cortesía de Grupo Lipo, Esfera Cultural, Ciudad Barquisimeto y El Nacional
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