Desde Monagas, el centro de Delta Amacuro y el de Amazonas, pasando por parte de nuestros llanos, occidente, oriente, y llegando hasta Caracas, buena parte de los cielos venezolanos se alegran cada atardecer con el multicolorido y sonoro vuelo de las guacamayas, un espectáculo extraordinario que ha llegado a hacerse cotidiano incluso en urbes como la ciudad capital.
Consideradas como los loros más grandes del planeta, las guacamayas han pasado a ser parte de lo afirmativo que nos identifica y que nos hace sentirnos orgullosos de las bondades de la Pachamama hacia Latinoamérica y en especial hacia Venezuela.
Estas aves pertenecen al género Ara, de la familia de los psitácidos. En Venezuela las más comunes son: ara ararauna (azul y amarillo), ara chloropterus (rojo y verde) y ara macao (amarillo, azul y rojo), más escasamente ara militaris (verde) y unas más pequeñas, ara severus, mayoritariamente verdes, con destellos rojos y azules en sus alas.
Presencia nacional y latinoamericana
Sus variadas especies están presentes en prácticamente todo el país. La guacamaya azul y amarilla por ejemplo, se distribuye desde el norte de Monagas hasta el Centro de Delta Amacuro, el Amazonas y hacia el sur, hasta San Carlos de Río Negro en la frontera con Brasil.
El ara militarisse se reporta en los estados Aragua, Vargas, Miranda, Guárico, Zulia (sierra de Perijá) y Cojedes.
Pero las coloridas plumas de las guacamayas unen prácticamente a toda Latinoamérica, pues las podemos ver desde el este de Panamá hasta Brasil, bajando por México, Guatemala, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Argentina.
En condiciones naturales esta familia de aves habita bosques inundables y regiones pantanosas con abundantes palmas e incluso manglares. Generalmente se asocian a las palmas, las cuales utilizan como alimento, dormideros y para hacer sus nidos.
Siempre anuncian su llegada
Al igual que otros miembros del género, son aves ruidosas y gregarias que suelen pasar gran parte del día descansando y socializando entre ellas en las ramas o en la copa de palmas. En vuelo se le observa en parejas, las que se asocian con otras parejas formando grupos bastante grandes.
Otra cosa muy notable de su especie es que nunca andan solas, siempre vuelan en grupos de 2, 3 o más, debido a que viven en parejas, pero cuando uno de los dos muere otra pareja suele adoptarlo.
El tamaño de esta familia de aves varía entre 45 a 90 centímetros, se alimentan con frutas, semillas, nueces, plantas, néctar y arcilla y tienen una longevidad en libertad de 30 a 50 años.
Pueden volar hasta 56 kilómetros por hora y su número de crías va de dos a cuatro huevos.
Un dato interesante es que varias especies de guacamayos son consideradas igual de inteligente que un humano medio de tres a cuatro años de edad.
Belleza amenazada por el tráfico ilegal
En general los psitácidos se enfrentan a amenazas como la pérdida acelerada de su hábitat y el comercio ilegal de aves. Se calcula que esta familia podría perder entre 20-35% de su hábitat en los próximos 38 años.
Tienen un número de especies amenazadas más alto a los de cualquier otra familia pues, de más de 300 especies, 57 se encuentran incluidas en alguno de los apéndices de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites 2014), en respuesta a la intensa cacería y venta que sufren desde los años 70.
En Venezuela las diversas especies se encuentran en distintos estados de situación de riesgo que va desde vulnerable, hasta Especie en Peligro de Extinción en el caso de la Ara Miitaryis, cuyo estado fue oficializado en 1996.
Ara militarises la especie más amenazada en Venezuela, en el ámbito global se le reporta como Vulnerable (BirdLife International 2015), mientras que en Guatemala y Argentina se le considera Extinta.
En el caso de la Guacamaya azul y amarillo en nuestro país, su condición es de preocupación menor por su tendencia poblacional en disminución.
Algunas poblaciones de guacamayas están protegidas por las figuras legales de los parques nacionales Sierra de Perijá, Sierra de La Culata y Guatopo. También se encuentra presentes en pequeñas localidades de los parques nacionales Waraira Repano (El Ávila) y Henri Pittier, donde su presencia parece ser casual y esporádica, y en buena parte accidental.
Y es que su presencia no es propia de las urbes y, aunque desde hace unos 30 años los caraqueños las celebran tarde a tarde, su contacto con la gente ha venido aumentando, se cree que su permanencia en la ciudad puede ser producto del tráfico y/o comercio ilegal y cautiverio. Eso podría evidenciar la “comodidad” con la que muchas de estas aves se acercan a los seres humanos y aceptan comida de ellos.
Cuando tarde se despide, los cielos caraqueños se llenan de guacamayas multicolores, cuyo ruidoso vuelo suele tener de fondo El Ávila, un indescriptible espectáculo que, sin embargo, debe hacernos reflexionar sobre los riesgos de extraer una especie animal fuera de su hábitat, y disminuir con ello las posibilidades de supervivencia de una extraordinaria especie que forma parte de lo afirmativo venezolano.
Con información de Hablemos de aves, la organización Provita y BBC
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