A veces muñeca, a veces Zobeyda, a veces las dos cosas. Así se definía Zobeyda Jiménez, quien se llamaba a sí misma la muñeca cimarronera o la niña subversiva y por más de cuatro décadas defendió la creación artesanal.
En el mundo actual, es un acto revolucionario ir en contra del capitalismo manufacturero que pretende producir en masa hasta las sonrisas de los niños.
Conocida en Venezuela como “La Muñequera”, gracias a la canción que Alí Primera compuso en su homenaje, esta inolvidable creadora dedicó su vida a promover un hecho cultural que, como ella misma lo decía, es disfrutado por toda la familia: la muñeca de trapo.
Zobeyda fue una artesana del amor, cuyo trabajo recibió variados reconocimientos, el Premio Nacional de Cultura, al que se hizo acreedora varias veces, la declaratoria como Patrimonio Cultural Viviente y su designación como Promotora Cultural de la Unesco.
El reconocimiento más importante, el del pueblo venezolano, que hoy y siempre la sigue recordando en cada muñeca de trapo.
“A veces soy Zobeyda, a veces soy muñeca. O soy las dos cosas. Soy maestra bolivariana, amante de las cosas sencillas de la vida. Quiero niños felices, gente feliz.”
Militante del arte solidario
“Querida Zobeyda: El arte solidario,
aquél que se ejerce en función del amor del hombre y su combate,
tiene en ti un fiel soldado, una hermosa militante…”
Alí Primera
Zobeyda Candelaria Jiménez “La Muñequera” nació en Píritu, estado Portuguesa, el 2 de febrero de 1942. Se graduó de maestra en la Escuela Normal Simón Rodríguez en Valencia, estado Carabobo 20 años más tarde.
Regresó a su pueblo natal donde ejerció la docencia en la Escuela Antonio Ignacio Rodríguez Picón. Desde entonces innovó en la educación al incorporar retazos de tela como parte de su técnica pedagógica para incentivar la creación de muñecas de trapo, no solo en los alumnos, sino también en sus padres y representantes.
Además de educadora fue poeta, escritora, pintora, creadora y militante del arte solidario.
Obtuvo el Premio Nacional de la Cultura en los años 2002, 2003,2004 y 2006. También se graduó de Licenciada en Educación, mención Cultora popular en 2003, en la Universidad Simón Rodríguez.
La niña subversiva
Desde pequeña se vio obligada a asumir una vida clandestina debido a que su papá, Nicolás Jiménez, era perseguido político del Gobierno de Marcos Pérez Jiménez. A raíz de esta experiencia, Zobeyda convirtió su corazón en una guarida de perseguidos.
Además de jugar como todos los niños, tuvo grandes responsabilidades, como repartir propaganda subversiva a pedido de su padre, recorrido que hacía brincando la cuerda hasta llegar a las casas que su papá le decía.
En su autobiografía habla del sufrimiento por la vida política de su padre y como fue ésta, al lado de sus hermanos. Su marcada irreverencia la llevó a hacer sus propias reglas, decidida a vivir sin normas como sus muñecas sin patrón. Decía que era una niña pulpera, en referencia a la antigua tradición de las bodegas que tenían de todo.
La pequeña definió el hecho de hacer muñecas como la posibilidad de “volar en una escoba y recorrer las estrellas para defender la libertad con alegría y amor”. Una sentencia mágica que haría e ella para siempre a veces muñeca, a veces Zobeyda.
Compañeras de viaje y de vida
Dijo en varias ocasiones que su pasión por la elaboración y crianza de muñecas, comenzó a inicios de la década de 1970. Fue inspirada en una que le regalaron y acogió como consejera y compañera de viaje: la querida Eusebia, a quien le creó una historia de vida.
«Decidí hacerle a Eusebia su historia de vida, ella ha narrado su historia y yo la he acompañado, haciéndole preguntas, que a la vez, contesto; la he ayudado a encontrar en ella misma su propia verdad y así entre las dos lo hemos logrado (…)», contó Zobeyda una vez.
Sus muñecas de trapo la llevaron a recorrer buena parte del mundo, incluso como Promotora de Proyectos Unesco desde 2001. Fue fundadora y Directora del Club Unesco de Muñecas de Trapo (Píritu), su querida casa de muñecas de trapo, hecha para soñar, llena de tradiciones, color y juegos, donde no se mataba ni una araña.
Las muñecas siempre fueron las fieles compañeras de Zobeyda, cómplices de sus aventuras creadoras. Al crearlas no solo les daba vida, además conversaba con ellas. En sus vestidos creaba hermosos jardines, bordando girasoles y cayenas, flor que en su opinión debía ser nombrada flor nacional.
Ellas tenían las voces de memorias que no son narradas en los libros y la ayudaban a contar las más dulces y hermosas historias, todas con un secreto común: el amor.
Una obra de arte
Reivindicadora del trabajo manual, partía de retazos de tela, trapos, hilos de colores, botones brillantes para llegar al hecho creativo que le daba vida a sus muñecas. Junto a ellas creaba arte, preparaba exposiciones, ilustraciones literarias, poemas y manifiestos. Además, estimulaba a quienes participaban en sus eventos para crear y escribir sobre su obra y su infancia. También inventaba teatrinos llenos de mágicos personajes e historias.
A veces muñeca, a veces Zobeyda, esta educadora, artesana, poeta, muñequera creó en torno a la creación de estos maravillosos seres una variada producción literaria: “Testimonios sobre las Muñecas de Trapo” (1983); “En todo corazón palpita una muñeca” (1990); “Vamos a jugar” (1992); “Cui cui cuicui” (1992); Fiesta de Muñecas (1993); Dos poemas y un viaje novelero (1994); Autobiografía de una muñeca “Cimarrona” (2001) y “Muñecas…siempre muñecas” (2004), entre otras.
La muñequera cimarrona dejó constancia que estas esculturas de trapo son obras de arte, poemas que cobran vida para ser amados, para mimar y acompañar. Seres con alma, vida y corazón, como decía Arístides Bastidas, que lograba ver incluso sin su vista.
Un juego para todos
Para Zobeyda “la muñeca es un hecho cultural de todos los tiempos y de todos los lugares del mundo. Niños y niñas juegan con muñecas, aunque a veces los adultos piensan que es sólo juego de hembras. En realidad, es un juego para todos, incluso para los padres de los niños”, decía.
Ella veía a las muñecas como maestras, útiles en todas las áreas de la vida, matemáticas, biología, en la plástica.
Y es que definitivamente, cada muñeca que ganó vida en medio de retazos e hilos de colores en las manos de Zobeyda, se convirtió en un soldado de amor. Con ellas recreaba el mundo imaginario de los niños, sus juegos, sueños y fantasías, rescatando una hermosa tradición de la familia venezolana que ha acompañado la formación de varias generaciones.
Vida sin patrones
Con su menuda figura Zobeyda enseñaba a hacer muñecas sin molde, porque aseguraba que en la vida no existen fórmulas mágicas y no hay razón para seguir patrones. Vivir en libertad era su máxima premisa.
Afirmaba tener tres edades: la edad que le ponía el gobierno, la que le ponían los médicos y la que ella creía tener en su corazón: siete años. Se definía a sí misma como una militante del amor y pregonaba que, con constancia y esfuerzo, se pueden alcanzar los sueños.
La Muñequera destacó además por su trabajo social en escuelas y cárceles, impulsando su herramienta, las muñecas, como un instrumento de sanación y liberación.
Zobeyda veía en los niños a sus más grandes maestros. Al respecto destaca en su autobiografía:
“He internalizado en mi alma esa idea y digo que las muñecas de trapo estamos armadas con los niños y los poetas, cantando y proclamando libertad por el mundo”.
Amistades extraordinarias
Una extraordinaria vida como la de Zobeyda debía estar acompañada por extraordinarios amigos de la talla de Alí Primera, quien escribió en su honor la canción “Zobeyda La Muñequera”, incluida en el disco “Entre la rabia y la ternura” (1984).
Con esta canción Alí se sumó a los miles de hijos del corazón que tenía Zobeyda. La mágica amistad surgió después de que Zobeyda logró ubicarlo en Acarigua para darle un beso y hablarle de sus muñecas. Decía sobre el cantautor que dignificó su locura y le cambió el apellido por el de La Muñequera.
Pero fueron muchos los extraordinarios personajes relacionados con la vida de Zobeyda. El poeta Nicolás Guillén, la escritora Dora Alonso, el recordado Arístides Bastidas, así como el escritor y poeta venezolano Eduardo Gallegos Mancera, son solo algunos de ellos.
La admiración de Zobeyda por Aquiles Nazoa, creador de “La vida privada de las muñecas de trapo”, fue otro vínculo especial. En su honor escribió en 1982, “Las muñecas de trapo”.
Zobeyda Candelaria Jiménez de Ochoa partió a otros parajes el 2 de febrero de 2012, la misma fecha en la que nació. Dejó cientos de originales esculturas de trapo y miles de sonrisas en niños y adultos como legado.
A veces muñeca, a veces Zobeyda, un alma libre que se alejó de la opresión en búsqueda de la libertad que halló en sus muñecas, y a la que nunca más renunciaría, quizás por eso la llamaban loca. Como dice la canción de Alí: «Algunos dicen de Zobeyda que está loca, pero que hermosa la locura de Zobeyda. Cuando nos vio amando a la patria Construyó una muñeca que se llama patria para amar nuestra locura».
Descarga la Autobiografía de una Muñeca Cimarrona
Con información de Fundación Zobeyda La Muñequera, AVN, Steemit, Aporrea, Últimas Noticias y Graciana Pez
Jiménez, Sobeyda. Autobiografía de una Muñeca Cimarrona (2013). Colección Obras Completas, volumen 1. Fundación Zobeyda Jiménez La Muñequera.
No te pierdas
> Las Muñecas de Trapo (Homenaje a Aquiles Nazoa)
> Aquiles Nazoa, el humor y amor del transeúnte sonreído
> Arístides Bastidas, el periodista que hizo amena la ciencia
> Adelis Fréitez sigue cantandito
1 comentario
El recuerdo de esa visita a su casa lo traes a mi mente cuando veo una de esa fotos que tome hace 11 años y donde sale una de mis hijas al fondo. Un recuerdo inolvidable de nuestra camarada eterna muñequera Zobeyda.