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Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

por Haiman El Troudi
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Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

Conticinio, el famoso vals venezolano cumplió este año un siglo desde que fue compuesto por Laudelino Mejías. Considerada entre las obras cumbres de la música venezolana, se convirtió por su belleza en ícono representativo de Trujillo, tierra natal de su compositor.

Constituye uno de los valses más conocidos del cancionero popular criollo y, además, le ha dado la vuelta al mundo. Por lo general se le interpreta en su versión instrumental. Así pasó a formar parte de los tradicionales bailes de las quinceañeras venezolanas, que debutaban junto a sus padres bailando al ritmo de sus conocidos acordes.

Pero ésta reconocida melodía tiene también una hermosa letra, escrita por el poeta barinés Egisto Delgado. Y a lo largo de estos cien años de historia, el tema ha sido parte del repertorio de destacados intérpretes dentro y fuera del país.

El 6 de septiembre de este año, en una sesión especial, el Consejo Legislativo del estado Trujillo (CLET) declaró el vals Conticinio, del maestro trujillano Laudelino Mejías, como Patrimonio Cultural, Inmaterial, Artístico y Musical de la entidad, representativo además de lo afirmativo venezolano.

El silencio de la noche

En el diccionario, Conticinio se define como aquella hora de la noche en la que todo se encuentra en silencio. Es una evolución del latín conticinĭum. Dijo Laudelino Mejías durante una entrevista realizada en 1956, que cuando compuso el tema “(…) lo pensaba titular La hora más silenciosa de la noche, pero, mi distinguido amigo el Doctor Rutilio Martini, me insinuó que la denominara Conticinio”.

El poco común término parece de uso exclusivo de poetas y escritores. Sin embargo, el sonoro vocablo se convirtió así en el título de esta bella melodía. Fue justamente una callada noche en Valera, la que inspiró a Laudelino Mejías a componer este vals en medio de los recuerdos de sus primeros años en los Andes trujillanos.

Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

Acerca de la obra de este músico trujillano, Mario Briceño-Iragorry, en “Glosario a Laudelino”, escribió: “Es la identificación sentimental de los trujillanos, producto de la inmovilidad de los sueños. Músico que veía notas en el cielo”. Su sentido de pertenencia con el paisaje y la herencia musical de su entono, tiene visos de alegorías y devoción como en “Mi infancia y mi pueblo”.

Tuvo una gran trayectoria musical, que incluye la composición de cientos de piezas que incluyen himnos, marchas y valses populares. Entre ellas destacan Imposible, No me digas adiós, Heliotropo, Silencio, Corazón, así como Canto a mis montañas, Alma de mi pueblo y los poemas sinfónicos Trujillo y Mirabel, inspirados en su tierra.

La inspiración de Conticinio

Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

Valera, ciudad del estado Trujillo.

Cuentan que Conticinio fue compuesto en honor a una profesora de música de apellido Múnera, de quien Mejías estaba enamorado. Pero, sin duda, también está inspirado en la nostalgia que sentía el músico por su terruño.

Según algunas crónicas, entre ellas una de Rigoberto Márquez, la pieza fue estrenada en 1922, en la plaza Bolívar de Valera, por una banda musical bajo la conducción del propio autor y maestro. A partir de esa fecha, el tema adquirió una popularidad casi instantánea.

Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

Uno de los asistentes a ese evento fue el poeta barinés Egisto Delgado. Tiempo después, Mejías hizo un concurso para poner letra al vals, que fue transmitido en vivo por Radio Trujillo, siendo Delgado el ganador del certamen.

Delgado, natural del pueblo de Calderas, población del piedemonte barinés, nació el 15 de abril del año 1900. Estudio en Trujillo, donde se formó como músico, siendo alumno del propio maestro Laudelino Mejías.

Una gran composición

Además de su metafórico y poético título, tres cosas hacen de Conticinio una gran composición.  Primero, posee cuatro partes contrastantes armónicamente, a la manera de los denominados “valses brillantes” de finales del siglo XIX, en tonalidad mayor con modulación a menor en el último tiempo.

Segundo, su hermosa y sentida melodía tiene un registro y alcance muy amplio, que lo convierte en un reto para cualquier cantante. Ha sido interpretado por artistas como Alfredo Sadel, Aldemaro Romero, Serenata Guayanesa y Eleazar Agudo. Por último, la hermosa letra del poeta barinés, Egisto Delgado.

Llegó el conticinio

todo es silencio todo es amor

acércate y no temas mi cariño

que es todo tuyo mi corazón

sublime el conticinio

todo está en calma no hay un rumor

acércate a la reja bien de mi vida

para cantarte esta canción

Entre los escritos sobre este famoso vals venezolano, destaca una nota biográfica del fallecido musicólogo Israel Peña para un álbum de Aldemaro Romero y su orquesta de salón, grabado en la década de 1950, y dedicado a la música venezolana. Allí, Peña señala que el nombre de Laudelino Mejías está y estará siempre unido en el espíritu nacional, a uno de los más bellos valses de toda la historia musical de Venezuela.

El vals en Venezuela

El vals venezolano es la versión, adaptación e interpretación de un popular baile austríaco, conocido como ländler, a los estándares musicales y culturales criollos. Este movimiento, de expresión romántica, fue introducido entre los bailes de salón en la afrancesada sociedad de mediados del siglo XIX. Su popularidad se vio reforzada por publicaciones en periódicos y revistas sobre este tema, tanto de la música como del baile, y se convirtió en la base de otros géneros musicales, entre ellos el joropo.

Existen dos corrientes en el vals venezolano: el de salón, cuyo instrumento favorito es el piano; y el popular o de tradición oral, ejecutado en el caney, la plaza o casas modestas, que utiliza para su ejecución los instrumentos típicos de cada región venezolana. Este último fue cultivado mayormente en los Andes y en el centroccidente del país. Entre estas dos corrientes se constituyó el vals venezolano, a través de un creciente repertorio, con una serie de modalidades y tonos propios.

Conticinio, un siglo celebrando el silencio de la noche

La melodía es entrecortada e insinuante, rompiendo de forma atrevida con la métrica europea y jugando con los silencios y compases de forma graciosa y saltarina. Esta influencia llega a los serenateros y compositores románticos, quienes divulgaron ampliamente el vals-canción. En los Andes venezolanos se crea el pasillo, forma de valse andino, con alargada presencia en las regiones colombianas contiguas.

Músicos académicos como Teresa Carreño, Juan Vicente Lecuna, Inocente Carreño y Aldemaro Romero siguieron esta influencia romántica. Además de Conticinio, entre otros valses emblemáticos están Celajes, de Pedro Elías Gutiérrez; Como llora una estrella, del larense Antonio Carrillo; Sombra en los médanos, del falconiano Rafael Ángel “Rafuche” López, Brisas del Torbes, del tachirense Luis Felipe Ramón; Luna de Maracaibo, de Lionel Belasco; Brisas del Zulia, de Amable Espina y Dama antañona del caraqueño Francisco de Paula Aguirre.

 

Con información de Musescore, Radioteca, Letralia, Últimas Noticias y Correo del Orinoco


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