Mercedes Pardo se definió a sí misma como “La colorista”, un adjetivo que expresa con exactitud la esencia de esta artista plástica caraqueña y su impronta en el arte abstracto.
El color y su fuerza expresiva son vitales en la obra de esta pintora, considerada una de las exponentes más importantes de abstraccionismo lírico en Venezuela. Una corriente artística en la que evolucionó y destacó, al alcanzar un lenguaje propio en el manejo del espacio, las formas geométricas y, por supuesto, su particular tratamiento sensorial del color.
«Mis colores son vitales: conversan, se pelean y cantan como las personas», decía Mercedes Pardo.
Premio Nacional de Artes Plásticas 1978 y Premio Armando Reverón 1991, su obra ha sido expuesta en importantes museos de todo el mundo.
El comienzo de un camino de encuentros
“Yo diría que el camino de un artista no está hecho de búsquedas sino de encuentros”
El talento artístico se manifiesta en la primera infancia de Mercedes Pardo, nacida en La Pastora, parroquia caraqueña, el 20 de julio de 1921. A los 7 años, sus dibujos de los paisajes de Antímano, un pueblo ubicado a las afueras de la capital de Venezuela, evidencian su entusiasmo por las artes plásticas.
En ese entonces inicia clases con la profesora danesa lngeborg Fostberg, quien impartía pintura, dibujo y arte en general a un grupo de niños, del cual formaban parte unos sobrinos del también pintor venezolano Tito Salas.
Su niñez transcurrió entre su ciudad natal, la Isla de Margarita y Los Teques. En 1933, con tan solo 12 años, asiste a los talleres libres que dictaba el pintor y educador Antonio Edmundo Monsanto, en la Academia de Bellas Artes. Institución a la que Pardo ingresa formalmente antes de cumplir 20 años y que a partir de 1936 se transforma en Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas.
Sobre Monsanto dijo la artista: “Era un hombre que buscaba la honestidad en todas las cosas, en el hecho de pintar, en el hecho de expresarse correctamente. Monsanto no nos influyó, él nos preparó con su sabiduría y con su mentalidad abierta”.
Encuentra a Kandinsky en París
Una vez culminados sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas, en 1945, Mercedes Pardo viaja a Chile para continuar su formación. Ese mismo año realiza su primera exposición individual en la Sala del Pacifico de la capital del país suramericano.
A los 28 años parte rumbo a París con una beca otorgada por el Ministerio de Educación para estudiar en la Escuela del Louvre. Durante su estadía en la llamada ‘ciudad de la luz’, Mercedes Pardo encuentra a Vasili Vasílievich Kandinsky, pintor ruso precursor la abstracción lírica y el expresionismo.
“Allí encontré muchas cosas novedosas que me interesaron enormemente porque partían de algo sumamente importante, algo que yo sentía como una necesidad: el liberar el lenguaje de la pintura de lo que le fuese ajeno, para llegar a la pintura misma, per se. En ese momento tuve la revelación de Kandinsky”.
Adiós a lo figurativo, la liberación
Inicia su recorrido por la pintura moderna bajo la guía André Lhote, pintor y crítico de arte francés. En las clases que recibió en su Taller descubre el abstraccionismo.
“El paso de la figuración a la abstracción no fue una ruptura sino una evolución”, expresó Pardo.
Con Lhote desarrolla su intuición para el tratamiento del color puro y” las relaciones entre los colores y los espacios”.
Los colores vitales de Mercedes Pardo
En su tránsito por el arte exploró, continuamente, la fuerza expresiva del color, las formas y el ritmo en el espacio pictórico.
Hizo suyo el lenguaje abstracto y se valió de múltiples técnicas para expresarlo: óleos, acuarelas y guaches, serigrafías, acrílicos, collages, esmaltes sobre metal, murales en madera, vitrales, obras de integración del arte, arquitectura y urbanismo, escenografías y vestuarios para teatro y ballet.
Consideraba el color como un elemento vital en su lenguaje plástico porque le ofrecía “un registro vastísimo, infinito, inagotado” para crear dimensiones únicas en cada obra.
En palabras de su hija, Mercedes Otero Pardo, ella “inventaba los colores que empleaba al punto de que su reproducción es prácticamente imposible”.
Alejandro Otero
Mercedes Pardo y Alejandro Otero, destacado pintor y escultor guayanés, fueron pareja durante 35 años. Contrajeron matrimonio en 1951 y formaron una familia junto a sus cuatro hijos.
Ambos fueron discípulos Antonio Monsanto en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas, y amaban la pintura. Aunque cada quien tenía su propio lenguaje plástico, siempre hubo un gran respeto y admiración por el trabajo del otro pero también una exigencia mutua.
Unieron sus talentos en la obra «Los Cerritos», realizada con motivo del Cuatricentenario, escultura a gran escala ubicada en la Avenida Sucre de Catia.
Su legado pedagógico
Además de artista, fue docente, área en la que hizo importantes aportes para el desarrollo de la expresión plástica infantil.
En 1959 crea, funda y dirige la sección pedagógica del Museo de Bellas Artes. Posteriormente, diseña e imparte talleres de formación de los maestros para el trabajo de las artes plásticas con los más pequeños.
La prolífica y vibrante obra de Mercedes Pardo, esencia de la luz y los colores de Venezuela, es una expresión universal de las artes visuales.
Sus colores tienen el poder inusual de colocarnos en un reino indescifrable, donde sus cualidades intensas y luminosas se unifican dentro de un ciclo infinito de renacimiento.
Elizabeth Schön. Poetisa, dramaturga y ensayista.
Con información de Fundación Otero Pardo, Diccionario de las Artes Visuales de Venezuela, Katherine Chacón y Esfera Cultural
Fotografías de Fundación Otero Pardo
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