Quienes caminan por primera vez las plazas cubiertas y pasillos que están debajo de las Torres del Centro Simón Bolívar, también conocidas como las Torres del Silencio, no imaginan encontrarse, entre sus muros, con el Mito de Amalivaca, plasmado en una espectacular obra de arte sobre la génesis de los Tamanacos, un pueblo originario de lengua Caribe que una vez habitó en las riberas del río Orinoco.
Miles de multicolores mosaicos vidriados, sobre una pared cóncava de 28 metros de longitud y 2.8 metros de altura, se conjugan entre luces y sombras para contarnos cómo Amalivaca y su hermano Vochi llegaron navegando sobre las inmensas olas en una extraña y pequeña embarcación, a repoblar con los frutos de la palma de Moriche la tierra de los Tamanacos, luego que el diluvio arrasara con casi todo lo conocido hasta ese momento, exceptuando un hombre y una mujer que sobrevivieron al refugiarse en lo alto de la montaña Tepumereme o Tepú-Mereme.
César Rengifo, pintor y dramaturgo venezolano, es el creador de este mural ícono de las artes plásticas de América Latina y uno de los más grandes de la región. Fue realizado hace 64 años en la Torre Norte del Centro Simón Bolívar y es considerado referencia en la integración del arte y la arquitectura en Venezuela.
El Mito de Amalivaca, la obra
“Amalivaca, Mito Caribe de la Creación” es nombre de este mural cerámico elaborado entre 1954 y 1955, en el contexto de un proyecto urbanístico para Caracas que se conoce como el Plan Rotival (por Maurice Roltival, arquitecto y urbanista francés) y de la intención de convertir al Centro Simón Bolívar, en el epicentro del arte en la ciudad capital.
La solicitud, que no aceptó de inmediato, la recibe el artista en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lo que generó un dilema a César Regifo, militante del Partido Comunista de Venezuela, sobre su participación en esa monumental obra.
Decide participar y comienza a concebir el mural, luego que Salvador de la Plaza y Rodolfo Quintero le expresaran, por separado, la importancia de aprovechar la oportunidad de realizar obra pública que quedaría para los venezolanos, para la posteridad y su valor histórico, dependería de lo que el artista plasmara en ese muro.
Se propuso hacer de ese mural un testimonio de la cultura venezolana, arraigada en su desarrollo histórico, con raíces profundas y de gran un gran valor que demostraban toda la riqueza espiritual de nuestros pueblos originarios antes de la llegada de los españoles, como dijo en una ocasión.
Pensando en sus opciones creativas recordó el Mito de Amalivaca que fue divulgado por los padres jesuitas José Gumilla y Filipo Gili; así como por Alejandro Humboldt, luego de su expedición por el Orinoco. Para la recreación del mito y resaltar su importancia para los Tamanaco, Rengifo decidió usar la técnica de mosaico vidriado, originaria de Europa pero aprendida en México donde amplio su formación estudiando pintura mural, en pleno auge del movimiento muralista de ese país y que tanta influencia tuvo en América Latina.
Maestría técnica y precisión en los detalles
El proceso creativo inició con la elaboración, en papel papel kraft, de los bocetos de las distintas escenas que componen la narrativa plástica donde expone las partes centrales mito indígena, enriquecidas con el uso de la simbología y los pequeños detalles: desde la aparición de Amalivaca entre las fuertes olas y remolinos, el nacimiento de los Tamanaco como pueblo a partir de los frutos de la palma de Moriche, la recolección, la casa y la pesca, hasta la llegada de los españoles y la colonización.
Una vez culminada cada parte del mural de manera que al unirlos en una sola pieza, no se perciban las divisiones entre las partes, el dibujo completo fue transferido al muro donde el artista adosó cada pieza hasta completar esta imponente obra de gran formato.
Utilizó miles de mosaicos venecianos con un tamaño de 3 cm cuadrados, de fabricación italiana, mientras que las piezas de color dorado, empleadas en los brazaletes y tocados, se fabricaron con chapillas de oro de 1mm fundidas en vidrio, por el propio César Rengifo en su taller.
Aunque el mural fue concebido como una totalidad, cada una de las partes (escenas) tiene sentido y significado. El espectador solo puede percibir las ligeras divisiones entre los paneles si observa muy cerca. Esta obra evidencia maestría en el manejo de la técnica muralista y logró, en una imagen fija, la presencia de ritmo, movimiento y volumen mediante el uso de la luz, las sobras y las distintas tonalidades.
La obra vista por su creador
César Rengifo habló sobre el mural ‘Amalivaca, Mito Caribe de la Creación’ durante una entrevista a propósito de la realización, en 1974, de un documental sobre su vida y obra.
“En aquellos momentos comenzaba a negarse al país, se decía en todas partes del mundo que Venezuela había nacido con el petróleo, y que nosotros no habíamos tenido cultura antes” de eso. “(…) En esos días una película, Venezuela la Cenicienta de América, nos hacía aparecer como un país lleno de pantanos, miserias, hasta que arribaron las torres petroleras, con ellas llegó la civilización, la cultura, y todo el bienestar”, expresó el artista.
Frente a ese contexto se planteó “la urgencia de hacer en ese mural un testimonio donde quedara plasmado lo que éramos, un país que poseía una cultura muy enraizada en su desarrollo histórico, con raíces profundas de un gran valor y que demostraban toda la riqueza espiritual que yacía en nuestros pueblos autóctonos antes de la llegada de los españoles”.
Trascendió en el tiempo
Para frenar el deterioro de esta obra de gran formato, en particular los sufridos en la década de los noventa, producto de los vendedores ambulantes que tomaron las plazas y pasillos cubiertos del Centro Simón Bolívar, fue restaurada en 2006 y 2012. En la primera, que fue profunda, participó el artista plástico Fenier Pérez, quien explicó que luego del proceso de limpieza se reemplazaron los mosaicos deteriorados, utilizando un dremel con punta de diamante, con piezas originales conservadas en la casa de César Rengifo, quien previendo futuras restauraciones guardó varias cajas. La segunda, consistió en trabajos de mantenimiento.
Para César Rengifo el arte debía destinarse al gozo de las grandes multitudes y no de unos pocos y por eso cultivó el muralismo como técnica expresiva. Decía que “el muralismo es la pintura pública por excelencia, y en la medida que nuestra ciudad y las ciudades del mundo se llenen de grandes murales, el pueblo podrá tener acceso directo a las obras de arte”.
Hoy, después de 64 años, el hermoso mural “Amalivaca, Mito Caribe de la Creación”, continúa vigente como referente cultural no solo de Venezuela sino de Latinoamérica. Fue creado para trascender en el tiempo y recordarnos nuestra cultura ancestral y su riqueza espiritual, de dónde venimos.
La obra de arte, que realza los espacios cubiertos de las Torres del Silencio, y el Mito de Amalivaca, tan magistralmente plasmado por Rengifo, son patrimonio cultural de nuestro país y nos enaltece como pueblo.
Con información de Registro de Patrimonio Cultural, César Rengifo a viva voz, IAM Venezuela, Ciudad CCS, Esfera Cultural y Hechos Criollos
Fotos: Luis Chacín (2016).
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