Esta noble raza canina, endémica de nuestro país, se cree desciende de los perros traídos por los conquistadores españoles, que servían de guardianes y pastores, entre ellos mastines y perros ovejeros, cuyos cruces dieron lugar a un ejemplar de trabajo fuerte, poderoso y muy versátil: el mucuchíes, originario de Venezuela.
Durante su lucha por la independencia del país, Simón Bolívar adoptó un perro de esta raza, llamado Nevado, que poco a poco fue popularizándose y extendiendo su población, hasta el punto en que el 31 de agosto de 1964, la raza Mucuchíes fue declarada la raza típica nacional, oficializándose con ello como un símbolo de lo afirmativo venezolano.
Este perro recibe el nombre de la población venezolana Mucuchíes, ubicada en la zona de los Andes. Es de gran tamaño, constitución fuerte y robusta, como ocurre en general con todos los perros de montaña. Sin embargo, tiene un aspecto muy agradable y dulce, aunque algo imponente.
Estos canes son muy enérgicos y atléticos, aunque sus movimientos no suelen ser impetuosos. Son perros pausados y tranquilos, con una gran seguridad. Tienen un cuerpo muy bien proporcionado; cabeza grande, hocico moderadamente pronunciado con trufa negra, ojos pardos, y orejas caídas de tamaño mediano.
El pelo de los perros mucuchíes es lanoso, de longitud media y muy espeso. El color puede variar: completamente blanco, blanco con manchas pardas y/o doradas y blanco con manchas negras.
Bolívar y Nevado
Se cuenta que el Libertador conoció a Nevado en 1813, en la Hacienda Monocoque, ubicada cerca del pueblo de Mucuchíes, y se quedó admirado por el valor de este cachorro que defendió su hogar sin amedrentarse ante las armas y amenazas de sus acompañantes.
Antes de que las lanzas de los soldados embistieran contra el can, la voz del mismo Bolívar los detuvo pidiendo que no le hicieran daño, elogiando la grandeza y hermosura del ejemplar.
Al despedirse para continuar la Campaña Admirable, Bolívar, impresionado aún por la valentía de aquel animal, le pidió al dueño de la casa, Don Pino, que le consiguiera un cachorro de su raza. Pasado un rato recibió a un niño con el encargo: el cachorro era Nevado, acompañado por un indígena llamado Tinjacá quien se unió a su ejército para cuidarlo.
El fiel perro lo acompañó durante toda la campaña, luchó en varios países y le salvó muchas veces la vida.
La muerte del can por una lanza ocurrió durante la batalla que selló la independencia de Venezuela, el 24 de junio de 1821: la Batalla de Carabobo.
Nevado también aparece en diversas pinturas históricas y en una conocida estatua junto a Tinjacá, en Mucuchíes.
Hoy en día el Gobierno de Venezuela, a través de la Misión Nevado, suma acciones para la preservación de la raza Mucuchíes, de la que se estima hay unos 300 ejemplares en todo el país. La contribución y conciencia de todos los venezolanos es necesaria para la conservación de esta raza única de nuestro país, imagen de lo afirmativo venezolano.
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