Seguimos de paseo por los pueblos de Venezuela, recorriendo la variedad geográfica y cultural que se evidencia en cada uno de ellos y los hace únicos.
En los Andes, Oriente y Occidente, regiones tan diversas, se ubican pueblos que a pesar de sus distintos entornos, tienen en común que resguardan, con orgullo, la herencia de pobladores ancestrales.
Están presentes en la cerámica precolombina y hermosas leyendas, como es el caso de Boconó; en el pasado aguerrido de los guaiqueríes en El Valle del Espíritu Santo, y en las tradicionales técnicas de tejido que se mantienen hoy vivas en Tintorero.
Recorrer el país desde estos pueblos es disfrutar de la variedad que nos hace ser como somos. Desde el Jardín de Venezuela, rodeado por verdes montañas y cultivos, pasando por el pueblo que alberga la devoción a la querida Vallita, patrona del oriente venezolano, hasta la cuna de creadores, donde los colores de sus tejidos se mezclan con los del paisaje.
Este paseo por los pueblos de Venezuela viene a confirmar que esta nación es tierra de tradición, cultura, historia, trabajo y fe, tierra de hombres y mujeres que dejan huella en las calles y rincones de sus pueblos.
El Jardín de Venezuela
Boconó tiene la gloria de haber sido llamado «Jardín de Venezuela» por el propio Libertador Simón Bolívar, admirado por los hermosos paisajes que hasta hoy se mantienen.
Espacio de encuentro con la naturaleza, muy cerca de las nubes, rodeado por la intensidad del verde y sus azuladas cadenas montañosas. Un mágico entorno que sirve de fondo a multicolores flores, un paisaje que cambia constantemente con la luz, mostrando sembradíos de papa, coliflor, zanahoria, repollo, lechuga y perejil.
Qué mejor lugar para seguir de paseo por los pueblos de Venezuela que Boconó, con su agradable clima de montaña, deliciosa gastronomía y valores propios de esa ciudad andina: su hospitalidad y la historia ancestral que se evidencia en la artesanía precolombina.
Ubicada al sureste de Trujillo, Boconó se alza en el valle a 1.225 metros sobre el nivel del mar. Casas alineadas y altas adornan el paisaje. Muchas de ellas permanecen ancladas en el pasado con su estilo colonial. En el mercado es común encontrar a los campesinos llevando en burros el producto de su siembra, para venderlo en cestas o bandejas tejidas.
Entre sus estructuras destaca el Centro de Servicios Campesinos Tiscachic y el Museo Trapiche de los Clavo, estructura del siglo XIX donde se puede conocer el patrimonio cultural e histórico de Boconó. También, un grupo de artistas populares organizados en pequeñas cooperativas, exponen y venden sus obras en el Paseo Artesanal Fabricio Ojeda.
El Museo Restaurant La Vieja Casa, Monumento La Columna, la Plaza Bolívar, Ateneo de Boconó, y las iglesias de San Miguel, San Alejo, y del Carmen, son otros sitios de interés.
Tierra de Momoyes
Son muchos los atractivos naturales que se encuentran en el paseo por los pueblos de Venezuela. Boconó, por ejemplo, ofrece lugares como la Teta de Niquitao, la cascada La Corojó y la Laguna de Los Cedros, espacio natural que no ha sido tocado por la mano del hombre, ubicado en el Parque Nacional Guaramacal. Así como el Río Negro, con sus impresionantes aguas cristalinas de tonalidad negra, producida por los minerales de las rocas que yacen en su fondo.
Aseguran que en este mágico territorio, entre páramos y montañas, habitan los Momoyes desde hace más de 400 años. Protectores de la naturaleza y del agua, dueños de las nacientes, celosos y selectivos porque no todos pueden verlos.
Forman parte de las creencias y tradiciones que mantienen los boconeses, guardianes de la cultura de etnias ancestrales que se establecieron muchísimos años atrás en este paisaje.
Cuentan que son “espíritus de agua”, que no pasan de los 60 centímetros de altura y visten trajes indígenas o de color de blanco, usan collares y un sombrero de palma que casi tapa su rostro.
Los Momoyes hacen sentir su presencia de mil maneras. Cantan, silban y hacen travesuras a viajeros y excursionistas. A veces roban alimentos, sobre todo dulces, y extravían las cosas. En Boconó aseguran que son espíritus buenos, pero hay que cumplirles las promesas que se les hacen.
La casa de Vallita
A medio camino entre Porlamar y La Asunción, cerca del cerro Copey, está El Valle del Espíritu Santo, fundado en 1529. Otra maravilla que podemos encontrar durante el paseo por los pueblos de Venezuela.
Bordeado por una imponente vegetación de montaña, con viviendas coloniales y museos por todos sus rincones, es conocido por ser el lugar donde apareció la Virgen del Valle, Patrona de los margariteños.
Una fauna y flora única, destaca en las montañas que lo bordean. Las hermosas brómelas son un ejemplo de ello. Su agradable clima invita a recorrerlas y encontrar algún antiguo trapiche de la época colonial. En Semana Santa los palmeros mantienen la antigua tradición de recoger la palma real o palma bendita, práctica reconocida como patrimonio cultural de la humanidad.
Conocido como la Capital del Oriente de Venezuela, cada año miles de devotos visitan el Valle del Espíritu Santo para rendir honor a Vallita, especialmente cada 8 de septiembre, cuando se celebra su fiesta.
Otro atractivo de este lugar es el Museo Santiago Mariño, nombre de uno de los valientes héroes venezolanos, originario de este valle. Es una sencilla y tradicional construcción colonial, cuyas salas muestran diversidad de pinturas y mobiliario que datan de la época independentista.
Un Valle con muchos nombres
El valle es una tierra poblada por indios Guaiqueríes, quienes migraron después del terremoto de Cubagua. Allí fueron esclavisados para la explotación de perlas. Charaguarai fue el nombre que este pueblo ancestral llamó esta zona del sur de la isla de Margarita.
Posteriormente fue conocido como El Valle de Caraguata y también como Pueblo viejo, Puerto de la Mar o El Valle de la Margarita. Hasta que la veneración a la Virgen del Valle, llevó a la población a llamarlo El Valle del Espíritu Santo.
La historia de la Virgen de septiembre, como se le decía, tiene más de cuatrocientos años. Son varias las versiones de su origen, desde la Cueva del Guache, la zona de Guaraguao, o el bosque donde hoy en día se ubica la Basílica Menor de Nuestra Señora del Valle. Un punto de obligada visita cuando se va de paseo por los pueblos de Venezuela.
Hasta la década de 1960, sus pobladores eran productores de yuca, maíz, ají, berenjenas, aves y conejos. En ese tiempo se veían a las Marereas, mujeres que bajaban de las montañas cargadas con grandes cestas de verduras y frutas para vender. De ellas y su trabajo, queda la referencia cultural con la “Fiesta de las Marereas”.
También eran muy famosas las lavanderas del antiguo río Valle o Manzanares, que se extendían en su faena diaria a lo largo del río hoy desaparecido, pues debido a construcciones e intervención del hombre desaparecieron los manantiales que desde las montañas lo alimentaban.
Tintorero pueblo de creadores
Tintorero es el artesano que con sus manos tiñe tejidos y ese es justamente, el nombre que asume esta localidad larense, ubicada en el municipio Jiménez. Al ir de paseo por los pueblos de Venezuela encontramos, a solo 20 minutos de Barquisimeto, esta población conocida por sus artesanías, en especial el tejido, herencia de los pueblos ancestrales que usaban fibras naturales para tejer hamacas y chinchorros.
Caracteriza a este sencillo poblado, el colorido de la naturaleza que se combina con el de las creaciones de sus habitantes. Debe su nombre a la tinta usada para pintar los hilos y tejidos que muchos años atrá,s se elaboraban con lana. Hoy trabajan con otras fibras procesadas como el pabilo, y pasaron de telares de cintura al telar de dos hileras y pedales.
Tiene un agradable clima cálido y pocas precipitaciones. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando Juan Pérez de Tolosa, Capitán General de la Provincia de Venezuela, fundó el primer telar de Venezuela en el Tocuyo, tomando en cuenta la tradición de la mano de obra indígena, ejercida desde el periodo prehispánico.
Pero el origen de Tintorero como tal, data de finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX, cuando existían pocas casas en esa zona. Aunque su historia remite a la herencia de los aborígenes tocuyanos, comenzó con Juan Evangelista Torrealba a finales de 1800, quien llevó el primer telar al poblado.
A partir de entonces el arte de tejer se volvió popular y lucrativo para los habitantes de la zona, convirtiéndose en un producto solicitado a nivel regional, nacional e internacional.
El arte de tejer
La principal actividad artesanal de Tintorero son los telares, aunque no es la única, pues también hay quienes trabajan la madera y la arcilla. Cuando se va de paseo por los pueblos de Venezuela, en la autopista que conduce a Tintorero se ven las coloridas creaciones: hamacas, masallas, manteles, individuales, centros de mesa o cualquier otra prenda tejida, e incluso productos de otras regiones del país.
Es posible compartir con los propios creadores y hablar con ellos de sus trabajos, métodos y cualquier tema relacionado a la tradicional elaboración de sus piezas.
Y es que la pasión por el ancestral arte de tejer y la transmisión del oficio entre generaciones, marcan la historia y la realidad de Tintorero.
En La casa de la cultura, construida en el año 1986, se organiza desde hace varios años la Feria Internacional de Tintorero. Cada agosto se reúnen allí cientos de artesanos de diferentes lugares del país y del mundo, quienes exponen sus productos y las últimas tendencias en materia artesanal.
Muy cerca está otra población de calles de tierra y fuerte vocación artesanal, especializada en tallado de madera, Guadalupe.
Con información de Ilustración Popular, Temporadista, Radio Mundial, Lara Turismo y Venezuela Tuya
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2 comentarios
Boconó, el pueblo jardín más bello del mundo.
Gracias por la observación!