La contaminación es un asesino silente ratifica el reciente informe de un relator de la ONU, que además revela la existencia de “zonas de sacrificio” medioambientales, focos de polución altamente nocivos, que traen nefastas consecuencias para la salud de quienes se ven obligados a vivir en ellos.
El documento advierte que la familia humana envenena al planeta y a sí misma, y la intoxicación de la Tierra se intensifica. Pero, en una realidad donde la emergencia climática, la Covid 19 y los conflictos bélicos acaparan titulares, la devastación que la contaminación y las sustancias peligrosas causan en la salud, los derechos humanos y la integridad de los ecosistemas no es tomada en cuenta por la opinión pública.
La contaminación es un asesino silente porque la exposición a sustancias tóxicas aumenta el riesgo de muerte prematura, cáncer, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, enfermedades respiratorias, anomalías congénitas, efectos adversos en los sistemas inmunológico, endocrino y reproductivo, y secuelas de por vida en el desarrollo neurológico.
Las cifras hablan
Cada año nueve millones de personas mueren, prematuramente, por los efectos de la contaminación y las sustancias tóxicas. Cifra que representa el doble de los decesos ocasionados por la pandemia del Covid 19 en sus primeros 18 meses, e incluso es mucho mayor que el número de muertes durante los conflictos bélicos.
“Una cuarta parte de la carga mundial de morbilidad se atribuye a factores de riesgo ambientales evitables, la mayoría de éstos por exposición a la polución y a sustancias tóxicas”, señala la ONU. Cantidad que supera ampliamente los fallecimientos causados por sida, malaria, tuberculosis, así como asesinatos y otras formas de violencia.
Específicamente, el 18% de las muertes se deben a dolencias derivadas de la poca calidad del aire, tales como enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, infecciones respiratorias y cáncer de pulmón, lo que confirma que la contaminación es un asesino silente que constituye en el mayor contribuyente ambiental a las muertes prematuras.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que más del 90% de la población mundial vive en ambientes muy contaminados, lo cuales superan los niveles de contaminación del aire establecidos como seguros en 2005.
Revelan existencia de zonas de sacrificio
En su informe, David R. Boyd, relator especial sobre las obligaciones de derechos humanos relacionadas con el disfrute de un medio saludable, alertó sobre la existencia de zonas de sacrificio, donde sus residentes sufren consecuencias devastadoras para su salud física y mental, además de violaciones a sus derechos ambientales. Estas comunidades están expuestas a sustancias tóxicas a niveles extremos.
“La frase se originó en la época de la guerra fría, cuando designaba las zonas que quedaban inhabitables debido a los experimentos nucleares de los Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, los cuales provocaban niveles de radiación elevados y persistentes”, explica el experto en derechos humanos.
Estos sitios contaminados suelen encontrarse en comunidades desfavorecidas. Según estimaciones, en Europa hay 2,8 millones de sitios contaminados, mientras que en los Estados Unidos ascienden a cientos de miles. Por otra parte, en los países de ingreso bajo y mediano, se generan nuevos sitios contaminados debido a la industrialización y el extractivismo.
En América Latina y el Caribe se han detectado varias zonas de sacrificio. El caso de Chile, por ejemplo, donde un complejo industrial generó un significativo incidente de contaminación atmosférica, que enfermó a cientos de escolares en 2018. En La Oroya, Perú, 99% de los niños presentaron niveles de plomo en sangre que superan los límites aceptables, debido una fundición que trabaja con ese metal. Por la alta contaminación de agua y suelos, 90% de los habitantes de Guadalupe y Martinica tienen clordecona en la sangre, un plaguicida que aumenta el riesgo de desarrollar cáncer.
Mancha en la conciencia colectiva
“El hecho de que sigan existiendo zonas de sacrificio es una mancha en la conciencia colectiva de la humanidad”, señala Boyd en el informe. “Las personas que habitan las zonas de sacrificio viven explotadas, traumatizadas y estigmatizadas. Se las trata como si fueran desechables, se ignora su voz, se excluye su presencia en los procesos de toma de decisiones y se pisotean su dignidad y sus derechos humanos”, afirma el relator de la ONU.
Muchas de estas injusticias ambientales son transnacionales, señala el informe, pues las acciones de los Estados con más recursos tienen consecuencias en otros. Por ejemplo, exportan a países de ingreso bajo y mediano, materiales peligrosos y hasta tóxicos, con los consecuentes riesgos sanitarios y ambientales, aprovechándose de reglamentaciones menos estrictas, sin tomar en cuenta que la contaminación es un asesino silente.
Al respecto, el experto indica que estas zonas de sacrificio son creadas, frecuentemente, con la connivencia de Gobiernos y empresas. “Existen innumerables ejemplos de empresas que violan el derecho a un medio ambiente limpio, generando contaminación o exponiendo a la población a sustancias tóxicas”. Éstas maximizan sus beneficios al tiempo que trasladan los costos sanitarios y ambientales a las comunidades vulnerables y marginadas.
Por el contrario, las empresas que operan en esos lugares son responsables de la limpieza y rehabilitación de las comunidades, las tierras, las aguas y los ecosistemas contaminados por sus operaciones. Al respecto deberían instalar equipos de control de contaminación, emplear combustibles limpios, cambiar sus procesos, reducir la producción y en caso de ser necesario, trasladar sus operaciones.
Cada vez más tóxicos
“La toxificación del planeta Tierra se intensifica”, se advierte también en el referido informe. Su autor, David R. Boy dijo nos estamos envenenando y hacemos lo propio con el planeta, haciendo de la contaminación es un asesino silente.
El relator señala continúa aumentando la producción, uso y desecho de productos químicos peligrosos, a pesar de que algunas sustancias están prohibidas y se está eliminando el uso de otras. Entre 2000 y 2017, la producción de sustancias tóxicas se duplicó. Se prevé que en 2030 ocurra otra vez y que se triplique para 2050. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), como resultado de este crecimiento se incrementará la exposición a los riesgos y repercusiones en la salud y el ambiente, serán mayores.
Por ejemplo, el plomo que se sigue utilizando a pesar de que su toxicidad ha sido comprobada, es el causante de cerca de un millón de muertes cada año y de impactantes e irreversibles daños en la salud de millones de niños.
Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, alteradores endocrinos, microplásticos, plaguicidas, hidrocarburos aromáticos policíclicos, residuos farmacéuticos y las nanopartículas, figuran entre los motivos de preocupación más recientes.
Sustancias eternas
Por otra parte, existen las llamadas “sustancias químicas eternas”, de uso extendido en aplicaciones industriales y de consumo, que permanecen en el medio ambiente por mucho tiempo. Así, miles de sustancias como las espumas para sofocar incendios, los revestimientos para textiles, papel y utensilios de cocina son, además de tóxicas, bioacumulativas, pues van sumándose en los tejidos de los organismos vivos, aumentando su concentración según ascienden en la cadena alimentaria.
Prácticamente todas las personas de los países industrializados, tienen sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas en su organismo. La exposición a ellas se ha asociado a lesiones hepáticas, disminución de la respuesta inmunitaria, disminución de la fertilidad, cáncer testicular y de riñón e hipertensión. Esto confirma que además de que la contaminación es un asesino silente, genera altos costos relacionados con la salud, el tratamiento y recuperación del suelo, y las aguas contaminadas.
Otras formas de polución son las que provienen de la extracción, procesamiento, distribución y quema de combustibles fósiles. Los derivados del petróleo son la principal materia prima de las industrias petroquímica y del plástico, altamente contaminantes. También producen grandes volúmenes de sustancias tóxicas la agricultura industrial, la minería y la fundición, la industria manufacturera, el sector textil, la construcción y el transporte.
La contaminación es un asesino silente y omnipresente
En la actualidad, los contaminantes tóxicos están en todas partes, desde las altas cumbres del Himalaya hasta las profundidades de la Fosa de las Marianas.
La familia humana está expuesta permanentemente a sustancias tóxicas. Estudios de biomonitorización evidencian la presencia de residuos contaminantes en las personas, incluso en recién nacidos.
Todas las sustancias tóxicas están relacionadas con la emergencia climática y el declive de la biodiversidad, aspectos importantes de la crisis ambiental. Tanto la polución como las sustancias tóxicas constituyen uno de los cinco principales motores del catastrófico declive de la diversidad biológica, pues la contaminación también es un asesino silente de la naturaleza.
La polución también se relaciona con el calentamiento global porque contribuye a la liberación y movilización de los contaminantes peligrosos que proceden del deshielo de los glaciares y del permafrost.
Contaminación y desigualdad
Aunque todos los seres humanos están expuestos a la contaminación y a las sustancias químicas tóxicas, hay indicios convincentes de que la carga recae de forma desproporcionada sobre personas, grupos y comunidades que viven en pobreza. En los países de ingreso bajo y mediano, la contaminación es un asesino silente que causa cerca del 92 % de las muertes.
Por diversas causas sociales, económicas, culturales y biológicas, mujeres, niños, migrantes, pueblos indígenas, adultos mayores, personas con discapacidad y minorías en general, son potencialmente vulnerables. Los trabajadores, especialmente en los países de ingreso bajo y mediano, “están en situación de riesgo debido a la elevada exposición en sus puestos de trabajo, las malas condiciones laborales, el escaso conocimiento de los riesgos químicos y la falta de acceso a la atención de la salud”.
Más de 750.000 trabajadores pierden la vida cada año debido a sustancias tóxicas en el entorno laboral tales como materia particulada, arsénico, amianto y gases de escape de motores diésel. Es particularmente contaminante la gestión de desechos sin las condiciones de seguridad debidas.
Por otro lado, millones de niños trabajan en la agricultura, la minería y el curtido, sectores potencialmente peligrosos. Y persisten las viviendas con presencia de amianto, plomo y formaldehído, sustancias muy tóxicas, cuyo uso está prohibido y/o eliminado en varios países.
¿Qué se puede hacer?
Entre las recomendaciones incluidas en el informe se solicita a los Estados limpiar urgentemente las zonas de sacrificio y eliminar las injusticias ambientales.
Sobre la urgencia de reducir los principales contaminantes para mejorar la calidad del aire, proteger la salud de los ciudadanos y hacer frente al cambio climático, se ha pronunciado la OMS. Organismo que ha advertido a los Gobiernos la necesidad actuar con premura.
Ahora bien, como resulta complejo controlar las fuentes de contaminación ambiental, es esencial adoptar medidas de carácter público desde instancias normativas nacionales e internacionales.
Reducir las principales fuentes de polución pasa por el compromiso público y privado a nivel global y local en el diseño y ejecución de las medidas: adoptar medios de transporte menos contaminantes, facilitar condiciones para la eficiencia energética de viviendas y empresas y proporcionar herramientas eficaces para la gestión de los desechos.
Con información de ONU y El Periódico
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