Inicio Cultura y Urbe Monumento La Espiga, tributo a la actividad agrícola de Portuguesa

Monumento La Espiga, tributo a la actividad agrícola de Portuguesa

por Haiman El Troudi
0 comentarios

El monumento La Espiga es un obelisco de curvas sinuosas que semeja un manojo de ajonjolí y se eleva en la línea divisoria de las ciudades Acarigua y Araure, en el estado Portuguesa. Es un tributo a la agricultura, principal actividad económica del denominado estado granero de Venezuela.

Junto al Santuario Nuestra Señora de Coromoto, ubicado en la ciudad Guanare, el monumento La Espiga constituye la más imponente edificación de arquitectura moderna en la referida entidad llanera. Ambas joyas arquitectónicas comparten la distinción de patrimonio cultural.

La escultura fue proyectada en 1980 por el arquitecto Gustavo Legórburu como una estructura de concreto armado, sostenida sobre sí misma con una rotación de 90 grados para elevarse en impecable obra limpia a 40 metros de altura, rematada por una ranura vertical de 10 metros en la cúspide de sus últimos cuatro tramos para simbolizar la unión de Acarigua y Araure.

Un manojo de ajonjolí de más de 40 metros de altura

Inspirado en obras de arte cinético del maestro Jesús Soto, el arquitecto Gustavo Legórburu vislumbró lo que describió como “un pequeño atado campesino” de forma cónica. Se encontraba en la redoma donde actualmente se erige la obra que simboliza un manojo de ajonjolí de más de 40 metros de altura.

Así, el monumento La Espiga fue concebido como un monolito estático, pero constituido en un elemento alrededor del cual se tendrían tantas perspectivas como puntos de observación existentes.

En palabras de su creador, una especie de luz se abrió paso en su cerebro al imaginar “una forma alabeada, totalmente distinta desde cualquier punto que la observara, con altura y magnitud justas para que se apreciara desde una buena parte de la ciudad y, lo más difícil, que en su concepto hubiera algún elemento, alguna muestra que expresara su objetivo”.

Paraboloide hiperbólico que va contoneándose a medida que se eleva

La construcción de la enorme forma alabeada imaginada por Legórburu se logró al erigir un paraboloide hiperbólico, figura recta conformada por líneas también rectas que dan origen a un volumen que va cambiando, como contorneándose a medida que se eleva.

Para ello, se fabricó un gigantesco molde de acero, idea del experto en ingeniería estructural y profesor, Henrique Arnal. La estética curvatura se obtuvo al elaborarse una descomunal formaleta en aparente forma de hexágono alargado.

Lograr la torsión deseada en la obra fue producto de una ligera inclinación del encofrado, mientras que, para modelar el manojo de espigas, el encofrado registra un acabado de 50 bordes dentados. Endurecido el cemento y sometidos al efecto de luz y sombras, estos bordes acanalados de 6 centímetros de profundidad simulan el “atado” de espigas plasmado por su creador.

Un novísimo “encofrado deslizante”

Para la época en que se construyó el monumento La Espiga, el molde fue catalogado como “novísimo” y descrito como un “encofrado deslizante” conformado por dos módulos metálicos separados, ensamblados en sus extremos por medio de tornillos que, una vez acoplados, brindan la horma que concede contorsión a la escultura.

Quienes aprecian la obra a distancia perciben, muchos sin saberlo, un monolito paralelepípedo rectangular que, inmediatamente que se circunda, cambia de forma hasta que, en cierta posición, se asemeja al “atado” campesino en el cual se inspiró Gustavo Legórburu.

Para imprimirle un carácter particular a la redoma donde se ubica el monolito, al arquitecto se le ocurrió partir en dos su cúspide, mediante una hendidura, con el fin de indicar la convergencia de las ciudades Acarigua, capital del municipio Páez, y Araure, capital del municipio homónimo.

El vaciado de la base duró dos días

El monumento La Espiga está asentado sobre pilotes de concreto, con un cabezal de unos dos metros de altura de concreto armado. Esta base es un rectángulo cuyas proporciones permanecen idénticas en todo su desplazamiento vertical. El vaciado, en hormigón y premezclado, duró dos días.

Más de 10 pilotes enmallados con cabillas de una pulgada y media, colocados en perforaciones de 25 y 35 metros de profundidad, sustentan la base del obelisco portugueseño. Se afirma que se utilizaron 619 metros cúbicos de concreto para el vaciado de la losa que sirve de cimiento.

La construcción se inició en la base con dirección norte-sur, para rematar la torsión de la cúspide en sentido este-oeste.  El giro de su eje imaginado ofrece una rotación de 90° grados, en forma de cruz, siguiendo los puntos cardinales, vista desde un plano perpendicular al suelo, o perspectiva cenital.

La única obra artística del arquitecto Legórburu

El monumento La Espiga constituye la única creación artística realizada en Venezuela por el arquitecto Gustavo Legórburu Rodríguez (1930 – 2013), quien sin embargo fue un prolífico creador de obras en el país, entre las que destaca el Ateneo de Caracas (actual sede de la Unearte), que le valió el Premio Nacional de Arquitectura.

Este caraqueño fue alumno de Carlos Raúl Villanueva en la Universidad Central de Venezuela, de donde egresó como arquitecto en el año 1957. Su tesis de grado sirvió para construir la cárcel de La Pica en el estado Monagas.

“El arquitecto debe darse cuenta del lugar donde vive y su arquitectura debe actuar, en consecuencia, en respuesta a ese lugar”, afirmó en una oportunidad Legórburu, quien fue un declarado enemigo de los edificios de vidrio y defensor del concepto de “arquitectura tropical”.

Considerado el monumento a la agricultura más alto del mundo

El obelisco que semeja un manojo de ajonjolí es considerado el monumento a la agricultura más alto del mundo, lo que llena de orgullo al pueblo del estado Portuguesa y en especial a sus productoras y productores para quienes La Espiga es de un incalculable valor patrimonial.

Muchas anécdotas circulan sobre el período de construcción de este monumento. Una de las más valoradas es la referida a los instrumentos de trabajo que la cuadrilla de obreros fue depositando para perpetuar su labor, como alicates, serruchos, seguetas y hasta una biblia; mientras que los dos maestros de carpintería ubicaron sus cascos en el último tramo.

Si bien el nombre concebido por el arquitecto Gustavo Legórburu para su obra fue Monumento a la Agricultura, han sido las y los pobladores de Portuguesa quienes han popularizado como Monumento La Espiga a este imponente homenaje a la actividad agrícola del estado llanero.

El nombre original es Monumento a la Agricultura, pero el término de La Espiga se lo dio la población”. Por fuerza de uso, ha terminado de imponerse el de Monumento La Espiga.

 

Con información de IAM Venezuela y Tenemos Noticias

Fotos cortesía de Portuguesa Reporta, Entrerayas e IAM Venezuela

Deje un Comentario

@Copyright 2018-2024 | Haiman El Troudi | Todos los derechos reservados.

Si continuas navegando en esta web, aceptas el uso de las cookies Acepto Leer Más

Política de Cookies y Privacidad