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Alfredo Sadel, el tenor de Venezuela

por Haiman El Troudi
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Alfredo Sadel, el tenor de Venezuela

El tenor favorito de Venezuela, Alfredo Sadel, es sin duda una de las voces más importantes de todas las épocas. Reconocido cantante, compositor y músico, fue el primer interprete venezolano que causó euforia en las multitudes, convirtiéndose en un ídolo en nuestro país y más allá de las fronteras. Su atractivo, carisma y portentosa voz lo convirtieron en una figura que perdurará eternamente en la escena musical nacional.

Con más de dos mil canciones recogidas en cerca de 200 discos de 78 RPM, y unos 130 de larga duración, editados en diversos países, la versátil y potente voz de Alfredo Sadel lo llevó a recorrer los más importantes escenarios de América y Europa, llevando siempre en alto el nombre de su país natal.

Por su voz lo llamaron “El tenor de Venezuela”, pero también por su inclinación hacia la música sinfónica, aunque en su carrera alternó entre el bolero, la canción romántica, la música tradicional venezolana y, finalmente, el canto lírico.

Definitivamente en esta historia no se aplica el viejo refrán que asegura que nadie es profeta en su tierra, pues este cantante fue y será por siempre reconocido y recordado en Venezuela y en su ciudad natal. Así lo demuestran los diversos homenajes realizados en espacios tan icónicos como el histórico Teatro Municipal de Caracas Alfredo Sadel, el Teatro de la Ópera de Maracay, y la Plaza Alfredo Sadel en Las Mercedes, Caracas.

De Sánchez Luna a Sadel

Bautizado con el nombre de Manuel Alfredo Sánchez Luna, nació el 22 de febrero de 1930, en una casa sin número de la populosa parroquia San Juan, en Caracas, El tenor de Venezuela. Debido a los problemas económicos que afrontaba su familia tuvo que abandonar sus estudios. Pero se interesó en el teatro, el canto y la apreciación musical, mientras se ganaba la vida como calígrafo, caricaturista y dibujante publicitario, bajo la guía de los maestros cinéticos Carlos Cruz-Diez y Jesús Soto.

En la escena musical, adoptó el nombre artístico de Alfredo Sadel, combinando para ello su apellido con el de Gardel, su gran ídolo. Debutó con él a mediados de la década de 1940, cantando en la radio y la televisión, junto a la voz femenina de Venezuela Magdalena Sánchez.

Acerca de sus inicios relata el periodista venezolano Aquilino José Mata: “Desde su primera presentación en público en el Nuevo Circo de Caracas en 1947, cuando todavía no había cumplido los 18 años de edad, Alfredo Sadel impresionó por su portentosa voz de tenor, y su estampa de galán cinematográfico”. Antes de aquella actuación, ya el joven cantante había ganado popularidad a través de programas radiales tan sintonizados como La caravana Camel y Fiesta fabulosa.

Profeta en su tierra

Rápidamente, Alfredo Sadel se consagró en su querida Venezuela, derribando aquello de que nadie es profeta en su tierra. En 1948, se presentó en el Teatro Nacional, el Teatro del Pueblo, la Radio Tropical y otras emisoras del interior del país. Gracias a su creciente popularidad debutó como actor en el cine. En 1950 participó en la cinta A La Habana me voy, y luego mostró su talento vocal en las películas Misión Atómica, junto a Amador Bendayán, y Flor de Campo, entre otros largometrajes mexicanos.

Alfredo Sadel, el tenor de Venezuela

Posteriormente, grabó su primer disco de pasodoble: Diamante Negro, uno de los hitos de su repertorio que, con 20.000 copias vendidas, constituyó un éxito. Este disco además fue el primero fabricado en Venezuela. El siguiente disco que grabó fue uno de boleros, que incluía Son dos palabras y Desesperanza, pieza original de María Luisa Escobar, que fue declarada canción nacional.

Transcurría la mitad del siglo XX y en Venezuela la televisión llegaba a todo el país.  Estaba en su esplendor al igual que la radio, los centros nocturnos caraqueños y la música popular. Ya la Sociedad de Autores y Compositores existía. En medio de esa agitada movida musical, en la que sonaban grandes como la Orquesta Aragón, Dámaso Pérez Prado, la Sonora Matancera, Aldemaro Romero, Juan Vicente Torrealba y la Billo’s Caracas Boys, Alfredo Sadel se convirtió en un símbolo, y en el primer cantante que hizo que el público del país prefiriera la música venezolana.

Voz de Venezuela en el mundo

La voz de Alfredo Sadel lo llevó a recorrer el mundo. Fue el primer venezolano en llegar a Hollywood y, también, el primero en cantar en la antigua Unión Soviética, así como en La Scala, de Milán, Italia. En 1952 se presentó en el Teatro Jefferson en Estados Unidos. Entre 1954 y 1957, realizó intensas giras en ese país, Puerto Rico y Cuba.

Al grabar Mi canción para la casa disquera RCA Victor en 1955, era considerado como el artista latino más popular en Norteamérica. El disco contenía temas como: Mi canción, Traición, Vereda Tropical, Tu retrato, Frenesí y Desesperanza. Ese mismo año grabó Alma libre con Benny Moré, en una versión que contó con el magistral arreglo del venezolano Aldemaro Romero.

Alfredo Sadel, el tenor de Venezuela

Alfredo Sadel y Simón Díaz.

Sin olvidarse de su país, seguía presentándose en escenarios venezolanos. En 1957, en plena dictadura de Pérez Jiménez, Alfredo Sadel anunció en el popular Show de las doce el estreno del tema Escríbeme, de Guillermo Castillo Bustamante, un preso político. La canción, escrita en la cárcel de Ciudad Bolívar, fue una bofetada a la dictadura. Constituyó un acto de solidaridad y amistad porque luego de entonar la canción, Sadel salió del país.

En 1958 fue contratado por la Metro Goldwyn Meyer para sustituir a Mario Lanza en Hollywood. Actuó entonces en el Ed Sullivan Show y el Firestone Show en Nueva York. Cantando y actuando en las películas Tú y la mentira, El ratón, El buena suerte, Tres balas perdidas, En cada feria un amor, Martín Santos el llanero y Un venezolano en México, conquistó México en la década de 1960.

El Tenor de Venezuela

Alfredo Sadel siempre mostró afición por el canto lírico y en 1961, dio el gran salto con la zarzuela Los gavilanes, presentada en el Teatro Nacional de Caracas. Cecilia Valdés y varias obras más, lo llevaron por escenarios de todo el mundo. Su voz única y también su disciplina, lo ayudaron en este nuevo camino como cantante de ópera. Se consagraría así como tenor, la voz más aclamada por el público de este género.

Luego de contraer nupcias en el Palacio de Miraflores, Sadel parte a Italia para estudiar en Milán y perfeccionar su calidad vocal, cumpliendo un sueño largamente añorado. El tenor de Venezuela intento, en 1977, institucionalizar la ópera en nuestro país. Para ello organizó una gran temporada en la Universidad Central de Venezuela, que se extendió a otras ciudades del interior.

Asumió también otros roles en el mundo de la música y la escena venezolana, incluyendo su participación en la fundación de la Asociación Venezolana de Artistas de la Escena (AVADE), y su destacada gestión como Secretario General del Sindicato de Músicos de Venezuela. En 1978, Alfredo Sadel regresó a Cuba, a donde fue invitado a grabar un disco con música de Los Panchos, y otro que rendía tributo a Carlos Gardel.

Temperamento volcánico

La vida de Alfredo Sadel estuvo llena de controversias debido a lo que denominaron sus biógrafos “un temperamento volcánico”. Una de estas polémicas ocurrió en 1973, cuando introdujo un recurso de amparo, fue el primer músico venezolano en hacerlo, para participar en La Voz de Diamante, realizado por los mismos organizadores de La Voz de Oro, concurso se realizaba todos los años en Barquisimeto, estado Lara, desde 1967, como parte de la Feria de la Virgen de la Divina Pastora.

Pero la polémica no era ajena a La Voz de Oro y a El tenor de Venezuela, pues en su tercera edición el domingo 19 de enero, el público presente se negó a aceptar el resultado: tercer lugar para Alfredo Sadel, segundo para Mirla Castellanos y primero para Héctor Cabrera, quien había cantado Rosario.

Años más tarde, en 1973, cuando se hizo el llamado para La Voz de Diamante Alfredo Sadel interpuso un amparo exigiendo su derecho a participar, asegurando que se lo habían negado. Finalmente, el famoso cantante tomaría el escenario como invitado especial al evento, en un esfuerzo de los organizadores por resolver la polémica.

Con Venezuela siempre presente

Desde 1985 Alfredo Sadel se radicó en Nueva York, pero viajaba continuamente a Caracas y Colombia. En la misma década de 1980, cuando se encontraba feliz por la posibilidad de presentarse en el Metropolitan Opera de Nueva York, su salud comenzó a deteriorarse por un cáncer óseo, por lo que decidió viajar a su querida Caracas, donde falleció el 28 de junio de 1989.

Los caraqueños salieron a las calles para rendir un último adiós a El tenor de Venezuela. Una multitud acompañó el féretro hasta la sede de la Gobernación, frente a la Plaza Bolívar, donde se le rindió homenaje al hijo ilustre de la capital.

El gran cantante, Alfredo Sadel, se había despedido en un histórico concierto de gala con la Orquesta Sinfónica Venezuela el 24 de mayo de 1989, un mes y cuatro días antes de su partida de este mundo. “Yo vine aquí por una sola razón, necesitaba verlos”, expresó ese día con un nudo en la garganta.  Quedaba en evidencia así la calidad humana de este gran cantante, que dejó huella en la escena nacional, y que será para siempre admirado y añorado por los venezolanos.

 

Con información de Buena Música, IVenezuela, Telesur, Correo de Lara y Gladys Palmera


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